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lunes, junio 2

VER BLANCO LO QUE ES NEGRO


Antonio Caballero es de los pocos periodistas colombianos que nunca ha perdido el norte de la razón. Se ha atrevido a llamar las cosas por su nombre, cosa que en el periodismo colombiano hoy es además de escasa ocurrencia, un verdadero pasaporte a la muerte. Caballero está en la mira de los escuadrones de la muerte pagados y alentados por el gobierno de su país.

En el artículo que verán a continuación, Caballero nos muestra como vemos blanco lo que es negro, como vemos rojo lo que es azul prusiano. Magia que es la tarea de los políticos modernos.

EL ZORRERO RECICLADOR

Qué fe pública puede quedar en un país cuando un politiquero recibe una notaría como pago por su voto para quebrar la constitución a favor de un presidente

Por Antonio Caballero

Fecha: 05/31/2008 -1361

El gobierno de Álvaro Uribe, que fue elegido y reelegido Presidente para luchar contra la corrupción y la politiquería -o al menos prometía eso, y hubo quien se lo creyó- ha resultado posiblemente el más politiquero y el más corrupto, y, lo que es más grave, el más corruptor que haya tenido Colombia en los últimos cien años. Y no es fácil, porque la competencia es dura.

Sin embargo dice Uribe que él "persuade, pero no compra conciencias". De las conciencias no opino, porque cada cual conoce sólo la suya propia: y hasta el ex presidente Andrés Pastrana negó que hubiera vendido la de él cuando se volvió entusiasta pero fugazmente uribista mientras le duró el cargo de embajador en Washington. Pero a Uribe sí le hemos visto comprar todo lo demás, muchas veces en público. Ha comprado elecciones y reelecciones, ha comprado falsos atentados con bomba, ha comprado lobby para su TLC en el Congreso de los Estados Unidos, ha comprado información de inteligencia, ha comprado manos humanas cercenadas. Me recuerda a esos zorreros que pasaban en mi infancia por las calles de Bogotá gritando:

-¡Boteeeeellas, trastos, papeeeel...!

Y de las puertas salían las Yidis y echaban en la zorra cartones y periódicos viejos, bombillas fundidas, un Teodolindo o dos: lo que sobrara en la casa.

Los zorreros de ese entonces no pagaban: se limitaban a llevarse desperdicios y cachivaches inútiles como un servicio gratuito (pues esto era antes, claro, de que el alcalde Andrés Pastrana descubriera el negocio de la privatización de la recogida de basura). Uribe, en cambio, sí paga lo que corrompe, y lo hace con los recursos del Estado. Paga con consulados, con contratos de obras públicas, con terceros canales de la televisión. En los consejos comunales paga con cheques, no sé si posdatados, del Banco Agrario o del Banco de las Oportunidades, que entrega personalmente ante las cámaras. Pagó el voto -o, más elocuentemente aún, la ausencia de voto contra su reelección- del congresista Teodolindo Avendaño con una notaría.

Y no es cosa de poca monta una notaría, aunque haya sido necesario crear tantas para agradecer favores recibidos. Una notaría no es una fruslería sin importancia, como, digamos, las frecuencias de radio que les regalaba Samper a los periodistas amigos y estos a continuación revendían sin complejos a alguno de los dos grandes magnates de la radiotelevisión. No: un notario es nada menos que el guardián de la fe pública. Y qué fe pública puede quedar en un país cuando un politiquero recibe una notaría como parte de pago de su voto en el Congreso para quebrarle una vértebra a la Constitución en favor de un presidente y al día siguiente la revende a plazos, por cuotas de 120 millones de pesos. Se ve que ha dejado honda huella aquel superintendente de Notariado y Registro, doctor Cuello Baute, compadre o ahijado o padrino del presidente Uribe, que subastaba notarías a cambio de vacas para su finca. Qué compadres escoge este Presidente que tenemos. Qué notarios nombra (algunos, primos suyos). Qué amigos tiene.

Y nos dicen las encuestas de opinión que un 84 por ciento de los colombianos respalda al Presidente que hace esas cosas, y tal vez por hacerlas. Pero no lo creo. No creo que haya sido posible corromper a tal grado la conciencia de este país. Creo más bien que esas encuestas están compradas.

Hasta aquí el artículo de Caballero. Queda claro que Colombia está en manos de una mafia peligrosa. Que los colombianos sinceramente la apoyan y que eso es la muestra de cómo todo un pueblo puede estar con la delincuencia sin saberlo. En España, si bien había antifranquistas, la voz mayoritaria estaba con el Caudillo de España, dictador por la gracia de Dios. Hoy vemos como los italianos ven un peligro en rumanos gitanos que venden pañuelos de papel en los semáforos y una salvación para la democracia europea los negocios de la camorra napolitana y la cosa Nostra Siciliana.

Poco a poco Europa y el mundo entero está viendo como la derecha delincuencial se apodera de las instituciones en varios países. Ya es común en Norteamérica, Italia y Colombia. El sionismo, la iglesia católica y los Evangélicos prestan una ayuda invaluable a esta tarea. En esta tesitura, los acontecimientos mundiales, enmarcados por una crisis energética y medioambiental, serán manejados por los grupos de extrema derecha y las agendas locales serán planteadas imperceptiblemente por los berluconis, uribes y bushes, cualquiera que sea su verdadero nombre. La tarea mundial es hacer creer lo contrario de lo que se defiende. La lucha contra el terrorismo será una apología por la violencia indiscriminada, la xenofobia será una defensa por los intereses de los trabajadores extranjeros, el nacionalismo será una defensa por la globalización de la política. La ciencia será el lugar natural de las creencias irracionales. La libertad será en general la defensa de la esclavitud humana y de todas aquellas formas de brutalidad del hombre. Pero todo será de forma imperceptible. Esto ya ha sido estudiado por aquellos grupos que ven en la delincuencia organizada las fuerzas de choque que defenderán la libertad. Tal como lo diseñó Mussolini y lo llevó a la práctica Hitler con sus SS.

Uribe y Berlusconi son vistos como los mayores defensores de la paz y el desarrollo. Antonio Caballero, como yo, tenemos otra perspectiva.