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martes, noviembre 29

PRESENTACION DE ALFONSO MORCILLO




PRESENTACIÓN DE ALFONSO MORCILLO


POR: JUAN JOSE MORENO (junio de 2005)
JJmoreno40@hotmail.com

EL CAPI MORCILLO...
Alfonso Morcillo Dosman era ante todo un gran profesional. Su cargo como capitán de la armada colombiana, junto a sus títulos de ingeniero y arquitecto naval, marcaron su vida y la de las personas que le rodearon.
Yo fui una de esas personas que tuvo el privilegio de actuar como su ayudante en una época de esperanzas, cuando tanto él como yo apos
tamos por un país al que quiso siempre no sólo como militar sino ante todo como ciudadano. Esa apuesta la perdí yo, pero él murió esperando que las cosas cambiaran en Colombia y siempre esperó lo mejor para su país.
No puedo decir lo mismo pero esa era una de las cosas que
discutíamos siempre, en una relación padre-hijo que siempre estuvo dentro de un ambiente de mutuo respeto y espero que en sus últimos días tuviese comprensión por ese hijo único que huía de las dificultades como las ratas del buque que se hunde.
Sé que él tomó lo de mi emigración como un fracaso personal suyo, siendo un fracaso sólo mío y una decisión largamente meditada por mi.
Alfonso había nacido en Palmira, 1923, un pueblo cercano a Cali en la provincia (departa
mento) del Valle del Cauca. Desde ese pueblo él soñó posiblemente con el mar y su hermano mayor, Luís Eduardo, le ayudó a salir en barco, por el río Magdalena hacia Cartagena previo paso por Barranquilla. Ya había muerto su padre, don Pedro Pablo.
El primer d
ía en la armada lo pasó en el calabozo. Me lo contaba su compañero de celda, también Oficial de la armada como él, y fue por quejarse de algo. Pero su madre, doña Zoila le había dicho que tenía que aguantar estoicamente todos los sinsabores que la vida le habría de traer. Sólo le advirtió que tuviese cuidado con los Bogotanos.
En es
e valle del Cauca, las personas tenían miedo a los “señoritos” de la capital, del mismo modo que a los “costeños” nos temían en la Bogotá de los primeros años 70.
Alfonso murió en 1998, unos pocos meses después de mi salida definitiva de Colombia. Fue un desgraciado accidente en su jeep, cuando venía de actuar como inspector naval, tal y como lo venía haciendo desde principios de los años 70. Tení
a 75 años.
Su arribada al puerto de Buenaventura fue en 1968, cuando aún faltaba un año para que me graduara de bachiller. En Francia, ese año había empezado una revolución que bien vendría ahora en alguno de los países de sur América. Mi padre intentó que me fuera a Bogotá, pero finalmente seguí en mi colegio de Barranquilla y allí terminé mis años de secunda
ria en el Biffi-La Salle el mismo año que Armstrong y sus compañeros llegaron a la Luna.
En ese puerto mi padre actuó como Ingeniero naval con una pesquera que quería construir unos pesqueros y posteriormente para una compañía Holandesa que quería reactivar unas instalaciones aeroportu
arias, la antigua Scadta, para reconvertirlas en astillero.
Pero la historia que conozco de Alfonso comenzó en 1957, cuando él conoció a mi madre, Ofelia, en Cartagena de Indias, concretamente en Bocachica, cuando él le ofreció su velero, un barco deportivo de la Armada que Alfonso tenía esos días p
ara pasear a su hermano Alberto, recién casado y en plena Luna de Miel, para regresar a Cartagena. Le conocí entonces y recuerdo que yo estaba loco de alegría por poder estar en ese enorme velero capitaneado por el nuevo amigo de mi madre.
Por esa época, mi madre vivía una tórrida historia de amor con Domingo, un antiguo oficial del ejército republicano español y que había sido condenado a muerte por el régimen de Franco. Dionisio Ridruejo evitó esa muerte al ver los dibujos que Domingo había hecho a sus hijas estando el pobre entre rejas. Domingo había venido a Cali desde Barcelona contratado como dibujante por una gran empresa tipográfica pues era un artista integral que manejaba el creyón el óleo o el violín y que cantaba en la Barcelona de los 30 con su voz de bajo profundo, las zarzuelas y las óperas de moda en esa mítica Barcelona de la que yo escuchaba maravillas años después en mi niñez en el Cali de los primeros años 50.
Él me abrió los ojos en cuanto a las creencias religiosas. Hoy veo que bebió de las fuentes de Ferrer i Guardia, el gran educador catalán, y de todos aquellos que vieron que la más conspicua de las oligarquías europeas era la catalana. Un epifenómeno de esa oligarquía fue y sigue siendo la colombiana.
Vivíamos entonces en Cali, y mi vecinita española, Rosa María recuerda esa época y la visión de Alfonso, uniformado de oficial y dice ahora que parecía sacado de una película.
En efecto, el oficial naval ganó esa partida al pintor neoclásico español y eso determinó que me fuese a vivir a Cartagena de Indias.
De Cartagena recuerdo mucho a mis compañeros y profesores, y el uniforme de mi padre cuando llegaba de la base naval, blanco o color marrón claro. Tenía dos automóviles, uno de ellos era un chevrolet 56 que trabajaba como taxi y que con el tiempo sería el automóvil de mi padre en Barranquilla. En ese aparato aprendí a conducir bajo la atenta mirada de Alfonso.
Recuerdo que mi padre fue a trabajar a Barranquilla como ingeniero en una empresa de laminados y que fue por poco tiempo hasta que él entró a trabajar en un astillero de Barranquilla, la Unión Industrial y Astilleros.
Cuando llegamos a Barranquilla en 1960 entré al colegio alemán de esa ciudad y tuve mis primeros disgustos como estudiante pues quien me tocó de profesor tenía todo el aspecto de un oficial de las SS, de pequeños ojos azules, calvo y siempre con cara de enfado.
Alfonso me amenazaba tal y cómo se hacía en esa época, por mi poco rendimiento en el colegio, con no darme algo ó con castigarme sin salir a un paseo. Así que tenía un nazi de profesor y un militar recién venido de Boston ejerciendo su labor de padre.
En efecto, Alfonso se había graduado en 1955 en el M.I.T. de Boston, como Arquitecto naval. Siempre pensé que para graduarse en el M.I.T hay que tener una voluntad y un cerebro muy especiales. En esa universidad muestran profesores e investigadores con premios Nóbel y otros premios por el estilo.
Su profesor de construcción Naval era uno de los gurús de la construcción Naval y que con sus libros todos aprendimos: Don Amelio D`argengelo, nacido en Argentina y quien fue el profesor de construcción naval y Teoría del buque de varias generaciones de arquitectos navales del M.I.T. y de las escuelas navales de todo el mundo. Cuando estudiaba en España, los libros de D`arcargelo me recordaban el estudio de Alfonso en Boston.
Siempre le admiré por eso. Y le admiré por su concepto de disciplina personal que yo nunca he seguido. Algún amigo suyo decía que lo suyo no era fuerza de voluntad sino terquedad. Si se proponía algo lo conseguía.
Desde las tablas de multiplicar hasta las ecuaciones diferenciales, mi aprendizaje de las matemáticas fue siempre un asunto que yo relacionaba con Alfonso. Cuando mucho tiempo después yo tenía que lidiar con las matemáticas, recordaba sus enseñanzas y su capacidad de análisis, que no sólo desplegaba en esos asuntos sino en otros más pragmáticos como el trabajo.
El concepto de "inspector independiente" por ejemplo, tenía esas dosis de firmeza moral, justicia y claridad que en las matemáticas tienen un campo natural. Él me explicó alguna vez lo que hacía un notario. Pero ese trabajo era un pálido reflejo de los que realmente tenía que hacer un inspector del American Bureau of Shipping, el NKK el LLoyd de Londres ó el German LLoyd´s .
Recuerdo a Alfonso los sábados en Barranquilla, por la tarde, levantándose de la siesta para empezar a llenar sus formularios de el 5 y 6, una apuesta hípica que tenía por costumbre los sábados, para luego el domingo, en compañía de sus amigos seguir por la radio con mucha atención.
Era un hombre de costumbres sencillas propias de su carácter equilibrado y tranquilo. Se burlaba del comportamiento de los italianos y de los españoles que él tenía como prototipo del hombre inestable y locuaz muy alejado del suyo propio. Pero con el tiempo tanto él como yo vimos que la España de los curas y toreros y la Italia de las óperas y las copas fáciles eran sólo el tópico que había aprendido en su juventud y en la escuela naval de Cartagena. Yo por supuesto tenía la visión de un país manejado por una pandilla de militares energúmenos y muchos tópicos entre pecho y espalda.
Habiendo estudiado yo en España, siempre me dijo que la historia de ese país era la historia de un pueblo nervioso y que yo debía de haberlo notado con tantos separatismos y apasionamientos políticos que amenazaban a un país que no se merecía tantos altibajos. Discutía con él que en Colombia con menos apasionamiento en las personas corría mucha más sangre.
Si bien comencé a estudiar ingeniería en Bogotá en 1970, al año siguiente acordé con mi padre que me iría a España a estudiar ingeniería naval. Lo hice porque ya él había metido en mi mente el amor por los barcos y la vida de los astilleros. Eso determinó mi futuro y si actualmente tengo la idea de haber apostado por el caballo perdedor, creo que mi preparación en ese terreno me permitió tener un mejor criterio sobre el mundo de la técnica y me adentró en el mundo de la historia.
Además me permitió durante más de 15 años estar a su lado y trabajar en los asuntos que eran de su interés especialmente actuando como Inspector independiente para los P&I y las casas clasificadoras de buques que él representaba. Me enseñó a ver los barcos como una interesante entidad jurídica.
Cuando estuve trabajando unos años en Cartagena de Indias, en un Joint-Venture entre el astillero Conastil de Cartagena y un astillero de Holanda, viajé a ese país al principio de los años 80 y eso causó en mi una grata impresión, pues vi en los Holandeses una forma clara de honestidad en el trabajo. Desde rezar al principio de unas reuniones de trabajo hasta el estar pendientes de si una lámina de acero naval no cumplía alguna característica técnica y hacían gastos increíbles para que todo estuviese en el lugar y en las condiciones que habían sido contratadas.
De estas cosas conversaba con Alfonso y me contaba su paso por la universidad y empresas de Boston. La forma de trabajar en Colombia, con escasa carga filosófica sobre el trabajo, la falta en todo momento de moral personal y colectiva en algunas personas y grupos humanos, contrastaba escandalosamente con ese comportamiento calvinista de mis compañeros holandeses.
Pero Alfonso veía que con el tiempo las cosas mejorarían en nuestro país hasta llegar a los niveles europeos. Yo sinceramente nunca lo he visto así y sólo espero que algún día el tiempo le dé la razón.
En el trasfondo de todo eso estaba un concepto profundo que él tenía claro y que lo practicó siempre a lo largo de su actuar profesional y personal: Honestidad.
Es un concepto muy profundo porque todo lo que hoy veo malo en este mundo en mi actuar y en el de mis semejantes, es un problema de honestidad. Desde la honestidad religiosa hasta la honestidad profesional, hay un enorme abanico de campos donde poner en práctica ese concepto.
Quizá el concepto de honestidad y el deseo honesto de ser justo en el actuar día a día, llevaron a Alfonso a ser miembro del Club Rotario de Buenaventura. Lo fue hasta su muerte. Los 16 años que viví en ese puerto tuve la imagen del Club Rotario y mi padre como un sólido vínculo de él y sus compañeros.
En Buenaventura, Alfonso era una auténtica institución. Alguien me dijo una vez, quizá exagerando un poco, que cuando "El Capi" se ausentaba de Buenaventura, el puerto se paraba.
Con el tiempo aprendí mucho a su lado como Inspector naval, y también cuando estuve de Director técnico del puerto comercial. Fue una experiencia interesante y seguí sus consejos técnicos y el enfoque de aquella tarea.
Por algunos años, con un viejo remolcador, el "Punta Campana", sobrante de segunda guerra mundial, con un poderoso motor diesel de 400 BHP y una barcaza comprados ambos con el objeto de llevar aceite de pescado desde Panamá y desde el Ecuador a Buenaventura y mucho cabotaje de gasolina y madera desde y hacia ese puerto. Hubo meses de 3 y 4 viajes redondos.
Su tesón y experiencia en el trabajo junto a mi juventud nos tenían hasta 72 horas seguidas en un trabajo de muchos frentes entre cabotaje, inspecciones y alguna salida al rescate de barcos en dificultades.
Esta tarea al mismo tiempo nos permitió ver muchas cosas desde una perspectiva diferente. Estar al frente de un grupo de duros marineros con problemas graves que resolver en todo momento casi sin medios técnicos, con una orden dada de resolver los asuntos como fuera posible y en el que estaban involucrados asuntos muy costosos en barcos, mercancía peligrosa como dinamita que llevábamos desde Buenaventura hasta los muelles de la Industria Militar, la gasolina o el Kerosén, el salvataje de pesqueros ó barcos mucho más grandes. Alfonso me contó el cuento de “la carta a García” y la entendí solo cuando me tocó resolver problemas de trabajo que yo veía muy por encima de mis capacidades.
Pero todo esto dejó en mi cerebro imágenes hermosas y terribles al mismo tiempo, desde amaneceres en pleno Pacífico ó en las riberas de ríos imposibles, hasta el ver llegar el remolcador solo, con la noticia del hundimiento de nuestra barcaza. Ese duro golpe, debido al mal tiempo en el mar, lo vivimos dos veces, hasta que finalmente el "Punta Campana" trabajó solo, sin barcaza, en varios proyectos, hasta que fue abandonado por falta de trabajo más una dura competencia y se hundió en un muelle de Buenaventura.
Antes de ese hundimiento, Carlos, uno de nuestros expertos marineros murió a bordo del remolcador de un infarto. Ese fue un duro golpe para mi padre y yo, siendo un mal presagio para los días que habrían de venir.
Todas esas cosas, después de días tan llenos de aventuras y trabajo tan interesante, habían creado en mi una gran desesperanza y aburrimiento. Pero Alfonso tenía ese deseo de seguir trabajando sin dejarse deprimir. Para él la depresión era casi siempre una salida fácil de los flojos y vividores.
Alfonso llegó a tener varias propiedades y sin llegar a ser un hombre muy rico permitió que dedicara sus recursos a ayudar a mucha gente. En un momento determinado tenía una finca cafetera, un edificio de apartamentos en Buenaventura, un remolcador con su barcaza, la oficina de servicios navales, un restaurante y una heladería, una taberna al estilo europeo, un camión refrigerador, y otras cosas, que si las tenía era por la visión comercial de mi madre quien en la práctica manejaba todas las cosas.
Cuando él murió sólo tenía su trabajo como inspector naval y la finca que no producía más que gastos y que actualmente es la residencia de mi madre pues ella no soporta vivir en una ciudad sin muchas cosas que hacer como la finca se lo demanda. Alfonso había perdido poco a poco todo lo que había ganado en su vida. También perdió mi compañía y la de mis hijos al huir a esa España que como tabla de salvación no podía ser mejor.
Pero dejó un cariño muy grande entre los suyos, sus compañeros de la armada y del club rotario quienes desgraciadamente ya están desapareciendo poco a poco.
Alfonso tenía el talante de un hombre conservador norteamericano. Recuerdo que en 1967, a la muerte de J.R. Oppenheimer la prensa norteamericana y en especial la colombiana, satanizaba al hombre que había inventado la bomba atómica. El pasado un poco de izquierdas del científico le apartó de los asuntos de estado al frente de la Autoridad atómica y las discusiones en mi casa con amigos de mi padre en esos años, con la guerra de Vietnam de fondo, causaron en mí una especial inquietud. Nuestras discusiones sobre aquello recuerdo que fueron muy acaloradas.
Le gustaba la música norteamericana que seguramente escuchó cuando era un estudiante en Boston. Amante de los boleros antiguos, de la cumbia y de los bambucos, también me enseñó a escuchar la música clásica y en casa constantemente el "toca-discos" nos sumía en las obras de Mozart, Vivaldi, Beethoven, Hendel y en los últimos años de nuestra estadía en Barranquilla escuchábamos a Stochausen, Ligeti, Bulez, y otros compositores de música serial, electrónica y similar. Los boleros lo transportaban a un mundo que sería el mundo de los amores de aquellos hombres que habían nacido en los años veinte. Su amor por los niños era proverbial y su absoluto respeto por las mujeres era típico de los hombres que habían nacido en la década de los 20 en Norteamérica.
Era por lo tanto muy conservador pero de trato agradable, sin dejar ver esa soberbia típica de la derecha militar suramericana ni la autosuficiencia de la derecha europea. Le disgustaba Franco y últimamente después de tantos años de ser partidario de los israelitas tenía un mejor criterio sobre los palestinos.
Esa deriva hacia posiciones más de izquierda coincidió con mi propia deriva hacia posiciones más conservadoras. Así que al final estábamos de acuerdo en muchas cosas que antes nos distanciaban. Me contó cuando había venido a España en un buque de la armada escoltando un buque de la Gran Colombiana con un cargamento de café que Colombia regalaba a la España castigada por su filofascismo en 1946. Se intoxicó con un vino barato y la actitud soberbia de los oficiales de la armada española lo puso en contra del gallego fascista que mandaba en ese país.
Conmigo tenía un trato muy formal. Nunca hablamos de sexo. Nos tratábamos de usted y algunas personas cercanas a ambos vieron un cierto distanciamiento siempre latente en nuestro trabajo y asuntos puramente familiares. Mi madre siempre ha dicho que nos tratábamos como dos personas que se conocen pero no se aprecian. Yo lo sabía pero esa era una pesada loza entre nosotros.
Nunca pude decirle que lo quería más que si hubiese sido mi padre carnal. Por ese agradecimiento que uno siente con las personas que desinteresadamente te han hecho muchos favores durante toda una vida, desde explicarme por qué flota un barco hasta contarme su visión de nuestro país ó desde pagarme una carrera universitaria hasta hacerse cargo de mis deudas cuando yo no pude hacerles frente.
Ayudó así a muchísima gente y siempre estuvo dispuesto a ayudar a sus hermanos y sus familiares de la misma manera que me ayudó a mí.
Su gran amor fue para él mi hija mayor, quien había nacido en Cádiz en 1974, siendo yo aún un estudiante en la escuela naval.
Hasta 1976 que regresamos con mi esposa desde España, mi hija tuvo en sus abuelos la imagen de sus padres.
A la niña la enviamos a Colombia con sólo un año de edad y desde entonces él y mi madre la tomaron como su hija y tanto mi madre como Alfonso la criaron siendo afectivamente más hija de sus abuelos que sus verdaderos padres.
Casi todas las cosas que me interesan hoy fueron puestas en mi mente por Alfonso. Desde la física de partículas hasta el ADN y desde las batallas de Temistocles hasta la historia mundial de la construcción naval. Tenía la enciclopedia británica, que había traído de Boston y me enseñó a consultarla.
Así que el ambiente de estudio en nuestra casa fue de un buen nivel y en esa Barranquilla de los años 60, con el proyecto Géminis norteamericano en curso, mi estudio en el colegio y mis lecturas marxistas, la construcción de pesqueros y remolcadores de río por parte de mi padre y el salón de belleza que mi madre había puesto en nuestra casa, todo esto tiene el sabor en mi mente de una época preciosa que hoy, con los nuevos adelantos de un mundo moderno traen con mucha fuerza la imagen de un hombre que me enseñó a tener esperanzas en el futuro como una forma de hacer frente a las adversidades y a sacar fuerza de flaqueza en el marco de una sencilla filosofía que consiste solo en ser honesto y justo en lo que se piensa, se dice ó se hace.
JUAN JOSE MORENO MEJIA
Hijo de Alfonso Morcillo

HOJA DE RUTA DE UN FRACASADO FELIZ

Como nací en septiembre de 1950 (soy virgo) tengo 55 años que han sido un desastre por los pocos logros económicos que he tenido. Pero en cuanto a vivencias y variedad de cosas que he hecho, no puedo quejarme, porque de hecho mi vida ha sido una mezcla de aventurero cobarde y exitoso hombre de negocios venido a menos. No es más que un puzzle ó rompecabezas imposible de armar si con lógica se pretende armar tal cantidad de dislates y desaciertos de una persona que apuesta siempre por el caballo perdedor.
Pero el resultado, sumando y restando, no es tan malo si cuando despierto por la mañana veo que he vivido en paz y siempre en sitios en el que me rodea el amor y lo que ahora se llama “buenas energías”.

Antes de 1969, el año que me gradué de bachiller en el colegio, debo decir que viví una vida feliz y sin sobresaltos, porque la vida en Cali, Cartagena y Barranquilla, en esa Colombia del frente Nacional, de Lleras Camargo, Lleras Restrepo e inclusive Rojas Pinilla, habían de alguna manera preservado a esas ciudades de la violencia que posteriormente se apoderaría de casi todo el país, cuando yo ya no vivía en Colombia.

Sólo recuerdo una escena en Cali, cuando en la noche se llevaron un vecino, y mi madre estaba temblando de miedo mirando furtivamente por la ventana. Con los años ella me explicó que era un activista contra la dictadura que le habían detenido como a miles de estudiantes que luchaban contra Rojas Pinilla.
También recuerdo el día que salimos a la calle a festejar la caída del dictador y me llamó la atención como sacaban los pies por las ventanillas de los automóviles de las personas que habían sido torturadas. Los gestos de la gente haciendo la “V” y gritando “SE CALLÓ, SE CALLÓ” y “ABAJO LA DICTADURA”, me sorprendieron porque mis padres hacían lo mismo.
Unos pocos meses antes, por el barrio, había ocurrido un desastre, cuando unos camiones con dinamita explotaron violentamente causado centenares de muertos. Sólo recuerdo gritos y carreras por la calle y también gritos en mi casa y que yo pasaba de brazos en medio de un griterío impresionante. El cielo estaba de color rojo y aquello parecía el fin del mundo. Mi madre dice que no recuerda que yo estuviese llorando sino atento como en medio de un espectáculo de fuegos artificiales.
Poco tiempo después y viviendo a pocos metros de donde había sido aquella explosión, en un edificio nuevo, construido sobre aquellos escombros que quedaron, conocí la televisión. Era una carrera de caballos. En ese edificio vivíamos al menos tres familias de origen catalán. En esa época mi madre vivía con Domingo, un antiguo oficial del ejercito republicano español y otras dos familias enteramente catalanas.
Las navidades de 1956 y 1957 las recuerdo con mucho cariño, pues de allí salieron quizá mis primeras querencias y aprendí aquellos villancicos que enmarcan los recuerdos de los colombianos de mi época.

Algún tiempo después, ya al principio de los años 70, hice alguna campaña por Gustavo Rojas Pinilla, por estar en contra del candidato conservador, Misael Pastrana Borrero, que al final “ganó” aquellas elecciones pero que marcó claramente el año que empezó a estropearse el país. Este episodio dio comienzo al llamado M-19, el movimiento guerrillero colombiano que tanto protagonizó la vida de este país y que de alguna manera influyó en mi entorno pues sus dirigentes eran amigos de colegio de uno de mis primos y otro era novio de mi primera novia.

En 1970 llegué a Bogotá a estudiar ingeniería y por facilidad me inscribí en la Universidad de La Salle, del mismo grupo de mi colegio. Pero ese mismo año me inscribí en la Universidad de Los Andes, y sólo hice un semestre en La Salle.

Mis padres, compraron un apartamento cerca de la Universidad, y allí me fui a vivir con poca suerte en los estudios porque me dediqué a hacer más política que a estudiar.

Estando en ese apartamento viví una época muy agradable de lecturas apasionantes sobre el mundo que empezaba a conocer, de la mano de Louis Pawels y Jacques Bergier, los autores de “El retorno de los brujos” y de las obras de Marx y Engels y una cantidad de libros de clara estirpe marxista.

Recuerdo de ése apartamento, que Margarita fue entonces mi novia, mientras ella estudiaba en la misma universidad de Los Andes. Finalmente ella terminó su carrera como Ingeniero de sistemas y yo salí del país y me fui a España a estudiar ingeniería naval.

También recuerdo esa época como el marco de una música preciosa. Además de haber descubierto algunas obras de Mozart y del mismo Beethoven, recordé a Sibelius con su “Finlandia” que de alguna manera me recordaba a esa Cali de 1957.
Recordé también a Morton Gould con sus “Espirituales para orquesta”. No recuerdo en que momento escuché en mi niñez la obra de Morton Gould, pero al escuchar los “Espirituales” me venían a la mente las calles de Cali, la Plaza de Cicedo y lo que fue en su momento el Hotel “Alferez Real”.

Pero quizá sea Tchaicovsky quien más me recuerde esos años de mozalbete en Cali, ó mi época de estudiante universitario en Bogotá. Recuerdo que vi “El Lago de los Cisnes” en el cine “Embajador” y que terminamos con un largo aplauso por lo maravilloso de aquel ballet.

La ópera “Carmen” de Biset, sobre todo la overtura, y “El amor brujo” del gaditano Manuel de Falla, estuvieron por muchos años en discos de vinilo que mi padre había traído de Boston. Esta vez mi padre era otra persona, pues mi madre había cambiado su vida al lado de otro hombre al que siempre recordaré como mi “verdadero” padre: Alfonso.

Cuando llegué a España, una fecha señalada en octubre de 1971, fui a la plaza de oriente en Madrid y ví a casi un millón de españoles dando vivas a Franco y gritando “fuera marxistas de la Universidad”. Vi entonces a Franco y al Principe de España, el actual Rey en el balcón del Palacio Real.

Sentí temor por lo que pudiera pasarme si me iba de la lengua. Pronto comprendí que no había lugar para tal temor. Los españoles también habían cultivado el odio al fascismo y muchos estaban “heridos” porque en todas partes del mundo se burlaban del gobierno que les había tocado. Ese complejo lo tenían todos y como lo entendí me cuidé mucho de criticar su gobierno y sólo hablaba de política con los muy amigos. Pero mi amor por España siempre se hizo más grande y cuando regresé a Colombia no hice otra cosa que añorar aquellas nevadas en Salamanca, los bares de Madrid y Cádiz, las tapas de Sevilla y ese acento que nunca pude tener.
Estando en la escuela naval de Madrid, supe de escuela naval de Cádiz y alguien me dijo que la vida en Cádiz era mejor porque su gente era mejor. Eso era verdad en algún sentido que entendí con el tiempo. Toda la gente en España era mejor. Lo entendí mucho mejor en Holanda, cuando al estar unos 5 meses por trabajo como ingeniero, los Holandeses me parecieron el más alto grado de corrección de vida. Su forma de vivir y su concepto de los españoles me despejaron algunas cosas que aún no había entendido.
Una de las cosas que me abrieron los ojos sobre como entender a los españoles, fue su manera de “ligar”. En 1971, el pasatiempo de los chicos de mi edad era salir todos los días pero especialmente los fines de semana a “ligar”. Esto es, a conseguir pareja. Mis amigos, quizá en broma me dijeron que para ligar, sólo tenía que acercarme a la chica que me gustara e invitarla a tomar una copa ó a bailar, si estaba en una discoteca.
Al principio me pareció muy divertido hasta que me dí cuenta que algunas chicas me tomaban el pelo. Pero eso no me importó mucho porque pensé que era parte de las nuevas costumbres que ahora yo practicaba.
La televisión también me hizo ver algunas cosas que sólo ahora, con los años, entiendo mejor. Hasta que pasó como un año no comprendí que si una chica te aceptaba, podía llegar a tener sexo con ella. Sólo que tenía que tener el sitio y el momento adecuado. La estrecha costumbre que yo tenía era que para tener sexo había que recurrir a las prostitutas.

El verano de 1972 fue muy agradable pues mis amigos de Madrid, cuyas familias me trataron como a un hijo más, me pasearon por todos los sitios del Madrid que yo debía conocer. Especialmente las salas de fiesta de verano y las piscinas.

Era un mundo inédito para un sudamericano que no conocía nada del mundo en España y ahora veo que lo mismo debe haberle pasado a otras personas tanto en Estados Unidos cómo en Inglaterra ó Francia.

En el invierno de 1972, conocí a la que sería mi primera esposa y madre de mis dos hijos mayores, Albina. Ese año nos fuimos juntos a Cádiz, donde nació mi hija mayor en 1974.
La vida en Cádiz, mientras estudiaba y conocía la vida de padre fue muy feliz, aunque no era consciente de ello. Se acabaron los ligues y la postura de ligón. Mis intereses eran ahora la lectura y mi vida de familia.

Nada más lejos de lo pensado hasta entonces. Para mi estaba claro que la familia era un criadero de complejos y que esta sociedad, con el tiempo, debía derivar a algo parecido a una colmena.

Pero las cosas parecían a mi favor. No me importaba más que terminar la carrera y regresar a Colombia. Finalmente regresé en barco desde Cádiz hasta Santa Marta y de allí a Barranquilla, desde dónde volamos a Cali.

Un año antes mi hija había ido de un año de edad junto a mis padres. Así que el último año lo pasamos solos mi esposa y yo en ese hermoso Cádiz y sus bellas playas.
Franco murió en 1975 y yo viajé a Colombia el verano de 1976. Las cosas que pasaron ese interesante año y que ahora se recuerdan en España como las cosas que pasaron hace 30 años, con la muerte de Franco y la proclamación del Rey Juan Carlos I, son también las cosas que enmarcaron una de las épocas más interesantes de mi vida.

Después, ya en Colombia, y con un trabajo al lado de mi padre, actuando como ingeniero naval y de su mano como inspector naval, entendí otra manera de vivir la vida. El amor por el trabajo y la honestidad fue lo que siempre vi, en el actuar de mi padre. Después nació mi hijo mayor, Alfonso José, en 1978 y poco después me fui a Cartagena a trabajar en un gran Astillero. Esa fue quizá la mejor época de mi vida, pues encontré una mejor calidad en mi entorno.

En 1983 viajé a Holanda y también estuve unos días en España con la familia de mi esposa. Al regreso en Cartagena de Indias, y habiendo dejado a mi esposa en España, conocí a Patricia. Una cartagenera con una inteligencia fuera de lo común, que me cambió la vida por completo. Pero dejé Cartagena poco después y aquella tórrida historia de amor se esfumó pero no los fantasmas que se formaron en mi mente por haber dejado inconclusa esa historia que llamó a las puestas de mi vida con una inusitada fuerza. Creo que es la única vez que he sentido el amor tan intensamente como sucedió con mi primera novia de Barranquilla: Olga.

Pero como todo lo que bien empieza, bien termina. Es mejor tener un buen recuerdo de aquello que haber tenido que terminarlo quizá de mala manera. Años después supe, en 1993, hablando con ella por teléfono, que se había casado y que era muy feliz. No supe más de ella.

Ese 1993 fue el año que regresé de España, después que viví más de 10 meses en Madrid, mientras trabajaba en la compra de varios barcos actuando como broker naviero.

Desde 1996 vivía a caballo entre Buenaventura y Cali, y en el puerto vivía con alguien que marcó mi vida de forma duradera. Fue una mujer que me quiso mucho y sacrificó sus mejores años de juventud a mi lado, cuando pudo haber hecho algo mejor. De hecho nunca tuvo hijos y pudo haber sido una gran madre para sus hijos. Lyda es la mujer que más me ha querido y siempre dió muestras de ello.

Pero los meses en Madrid, resultaron para mi verdaderamente dinámicos para los cambios que tuve entonces. Conocí a otra Patricia y desde entonces vivo a su lado. Una mujer muy bella, que venía de un fracasado matrimonio del que tenía un hermoso niño que es ahora mi hijo. Han pasado 12 años desde entonces y mi vida ha cambiado tremendamente, sobre todo desde 1994, cuando nació una hermosa e inteligente niña que en 1997 viajó con su hermano y su madre a España. El regreso de una familia que vivió en Colombia esperando una buena vida que no fue posible porque las condiciones de ese país no fueron las mejores. Y quizá yo estaba demasiado desesperanzado como para empezar de nuevo.

En enero de 1998 ya estaba de nuevo en Madrid pero ya con 47 años. Imposible para mí empezar nada. Pero la dinámica de este país ha permitido que actúe como profesor de informática, muy lejos de mis pretensiones del pasado pero con la idea de ser cada vez más agradecido con la vida. Y sobre todo más humilde. Sacando de mi vida todo rencor, odio y esa soberbia que me acompañó siempre.

Ahora vivo en Madrid, muy feliz con la cercanía de mis cuatro hijos y por qué no decirlo, con la cercanía de sus madres que se llevan bien afortunadamente.
Mis hijos se quieren mucho y salen de vez en cuando a pasear ó a comer.

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Todas estas cosas fueron tejiendo en mi mente vivencias que sólo ahora, en mi madurez comprendo de otra manera. La soberbia, propia de la juventud, ha dado paso a una manera un poco más humilde de entender la vida propia y ajena. Como no soy un artista en ninguna de las disciplinas del arte ó de la ciencia, no puedo darle una mejor expresión a mis ideas. Me encantaría traducir todo esto en un lienzo ó una cuartilla de poeta. Pero no estoy capacitado para eso, y sólo puedo expresarlo por escrito, con poca suerte pues tampoco soy escritor.

Pero he aprendido desde niño a disfrutar el arte y la ciencia de los demás. Poetas, escritores, científicos, filósofos y músicos han influido en mí de manera que entiendo como positiva. Desde el nivel de un hombre del montón quiero rendir el homenaje que una gran cantidad de artistas que esperaban que personas como yo adornaran sus vidas con su arte. De tal manera que ahora mi “percepción” del mundo es diferente. No es mejor, sino diferente.
Para explicar qué es esa percepción, trato de leer mucho lo que escriben los demás, tanto en política como en ciencia. Los poetas hacen una síntesis de lo que es difícil entender, con sus metáforas y palabras extrañas que hacen de alguna manera lo que las ecuaciones de los científicos tratan de explicar.

Por eso, desde la época de mi llegada a España en 1971, dejé de leer novelas y me dediqué a los ensayos. En esa época principalmente ensayos políticos, y poco a poco me dediqué a los ensayos de ciencia. Me impresiona la ciencia, sobre todo la cosmología y leo menos a Noam Chomsky que a Stephen Hawkings, pero sin dejar de admirar a los periodistas que me aclaran el panorama de la actualidad tanto en Colombia como en España. Ahora con Internet es todavía más fácil encontrar nuevos pensamientos, nuevos puntos de vista, inclusive los que te llevan la contraria. El pensamiento de derecha es cada día más refinado y difícil de encasillar, pero la corriente es cada día más estrecha y he aprendido a “ver” qué podría ser de derecha ó de izquierda. La ecuanimidad no parece muy fácil de encasillar y es lo que trato de encontrar en todo momento.
Es otra forma de humildad que deseo ver en quienes escriben.

domingo, noviembre 20

20 de noviembre del 1975

Hoy es 20 de noviembre de 2005. Hace 30 años mis compañeros de la escuela naval de Cadiz y yo, estábamos haciendo prácticas en el astillero de puerto Real, en Cádiz, y muy temprano por la mañana oímos por la radio del coche que Franco había muerto. No sabíamos que podía pasar pero lo que sí estaba claro era que los chistes sobre la prolongada vida de Franco ya no tendrían gracia.

Antes de entrar al astillero tomábamos un café en el bar, y antes de salir, dos obreros comenzaron a pegarse y en el bullicio y los manotazos no sabíamos si era por lo de Franco ó era por casualidad. Lo cierto era que la gente estaba muy nerviosa y los “me cago en dios” se escuchaban por doquier. El gracejo de los andaluces no dejó esperarse y entrada la mañana ya oímos carcajadas sonoras por todas partes.

Paco, de Sevilla, al lunes siguiente trajo un par de botellas de Cava y por la noche brindamos por el Rey.

En el ambiente también estaba que en realidad brindábamos por la muerte de Franco, pero el próximo rey era nuestra esperanza. Los rojos pensábamos que el rey duraría poco y hablábamos sobre Pipino el breve, el padre de Carlomagno. Juan Carlos el breve era nuestro chiste de cabecera. En la universidad de Madrid, el profesor de matemáticas nos decía que no duraría más de 4 años. Los rojos tomarían venganza de la derrota de la guerra civil porque los fachas habían dejado muy envenenada a la sociedad española. Se hablaba de los Carlistas, de la Falange antimonárquica, de el ejercito que no estaba de acuerdo con la designación de Juan Carlos, que los verdaderos dueños de la corona eran los Borbón Parma, que la derecha estaba muy dolida con Franco, que la iglesia haría morder el polvo a Juan Carlos...muchas cosas estaban en el ambiente.

La verdad es que no dábamos un real por la corona. Pero no había pasado aun el 23F. Era aún el interesante 1975. Ese futuro 23F de 1983 me pilló en Panamá y desgraciadamente no podía cruzar comentarios con mis amigos de Cádiz. Así que el día que Juan Carlos se ganó la corona y el corazón de los republicanos lo pasé sólo, en un hotel de Panamá, fumando en el balcón y oyendo las noticias de la televisión y la radio de Panamá.

El tango dice que 20 años no es nada y aún recuerdo los juegos con mis hijos, que hoy en día son adultos que no les importa demasiado que demonios pasara entonces. Es verdad que ahora tengo una vaga idea de que vivo en el futuro. No sólo Internet, los viajes al espacio y la moderna sociedad me lo recuerdan. Es que 30 años tampoco es mucho. Pero las diferencias son enormes. Si bien mis hijos son ya adultos y la sociedad española tiene una percepción mejor de sí misma, yo también tengo un cambio evidente en mi percepción de mi mismo y de la historia de España.

Así que deseo dejar por escrito que siento sobre este siempre sorprendente país. No solo Preston, el historiador inglés, es el único extranjero que ama la historia de éste país. Ahora millones de inmigrantes de todo el mundo se sienten atraídos por la historia de estos 30 últimos años de España.

De hecho es parte de mi propia historia porque 1974 fé el año que nació mi hija y 1976 el año que terminé mis estudios en la escuela naval de Cádiz.

Pero comencé a dar vueltas por éste mundo y siempre añoré mis años de juventud en España, cuando pensábamos que ese rey reinaría poco y que vendría un república salvadora.

Nadie podía prever un rey democrático con todos los poderes absolutos que Juan Carlos I había heredado del dictador.

Pero se ganó la corona y evitó el baño de sangre que la derecha quería en este país. Lo mismo que los integristas cristianos de América quieren con el mundo que ellos creen entregado por Dios directamente a la cristiandad.

El integrismo católico es España ve en estos momentos una oportunidad para ajustar cuentas con la izquierda española. Se aliaría con la derecha musulmana sin el menor prejuicio para poder bañar en sangre a esta España que se ha alejado tanto de la idea que tenía Franco con su “democracia orgánica”.

La extrema derecha española será el ariete pero el motor será el “democrático” Partido Popular. Hará lo mismo que la democracia Cristiana en el chile de 1973 y a la quema de mezquitas, matanzas de “moros” y sudacas, asesinatos de homosexuales y otras gracias soñadas por ellos. Eso preparará el camino para salvar a España de la confabulación “Judeo-masónica-musulmán-comunista” de la fragmentación que estos eternos enemigos del país, que anunciaba Franco y sus filósofos fascistas de los años 40, estarían dispuestos a efectuar en España.

El trabajo será apoyado por la panda actual de “visionarios” evangélicos de Washington. Aznar será el arquitecto de esta operación que se haría tan limpiamente que hasta alguna izquierda española seguirá el juego.

La actual arremetida contra el presidente del gobierno español y las insidias de la derecha, más el desgano de la juventud española enloquecida por gastar más y trabajar en lo que sea con tal de estar a la altura de los ricos del mundo, la división de las fuerzas de izquierda, la falta de claridad de los Think-Tank izquierdistas, el ejemplo de Francia, el poder mediático de Italia y otros factores harán que el próximo gobierno sea el de Rajoy en España y Esperanza Aguirre en La Comunidad de Madrid.

Acercamiento a la España de Franco. A la Norteamérica de los Integristas Cristianos evangélicos.

Ese será el “correcto” camino que anunciarían en su momento. Los Estados pequeños que no harán nada por el estado del bienestar de las socialdemocracias europeas, que recortarán gastos sociales para “potenciar” la generación de riqueza de la economía de mercado.


Una visión de la historia como la que las inclusas y las cárceles de Franco enseñaban en su momento. Las clases de religión obligatorias y la exclusión de inmigrantes reacios a su “españolización” de los mercados de trabajo.

No es todo esto lo que espero, pero lo veo peligrosamente cerca. Frente a mi ordenador levanto una copa y brindo como lo hicimos hace 30 años, por ese Juan Carlos que criamos breve y resultó longevo y poderoso porque se apartó de la soberbia que no deja ver claro el guión de la historia.

Los próximos 30 años, si la derecha deja de crear fantasmas y enemigos inexistentes, como los comunistas que incendian parlamentos alemanes, ó armas de destrucción masivas como las de Irak, ó esas tramas que los obispos españoles le quieren grabar a fuego en el cerebro de los jóvenes españoles, esos 30 años espero que sean los mejores de éste país. Lo deseo por la felicidad de mis hijos porque la mía en Colombia fue un fiasco que tanto ése país como yo tenemos la culpa.

No haré como Perón hizo con los argentinos, ó Franco con los españoles, culpar a otros por las propias desgracias. Las causamos los mismos del país. Si bien el motor de nuestras desgracias fue y será la economía de mercado, fueron los argentinos, los colombianos y los españoles quienes generamos las desgracias en esos países.

De momento en España se ha salido del infierno pero aún le quedan unas décadas a Colombia y la Argentina. Perón dejó grabado en la mente de los argentinos que se podía y se debía ser de izquierda y peronista. En Colombia, del seno del partido Liberal, el partido de la izquierda edulcorada colombiana, sale un presidente de extrema derecha que la gente del pueblo aún asocia a la izquierda colombiana. Como los “izquierdistas” peronistas, ó los sectores “liberales” de la extrema derecha española, que aborrecen al Rey y quieren un capitalismo salvaje que quebrante la voluntad de la izquierda española.

Brindo pues por otros 30 años por este Rey “republicano” que dejó con los crespos hechos a la derecha española.

¡ salud !

miércoles, noviembre 2

LAS PANDEMIAS QUE SE NOS VIENEN ENCIMA...

AYER HE VISTO EL PROGRAMA DE TVE2 "REDES" EN LA QUE PUNSET HABLA DE UN NUEVO TIPO DE OBSERVACIÓN DE LAS CAUSAS DE LAS ENFERMEDADES, Y VIENE A DECIR QU ADEMÁS DE LAS CAUSAS QUE SIEMPRE HA HABIDO, EL STATUS SOCIAL Y EL PELDAÑO QUE SE PERCIBE, ES LO QUE DETERMNA LA PREDISPOSICIÓN A LAS ENFERMEDADES Y LOS ACCIDENTES.
INTERESANTE PUNTO DE VISTA. ESO PUEDE QUERER DECIR VARIAS COSAS:
1) UN NUEVO TIPO DE PANDEMIA
2) UN EFECTO PERVERSO EN LA SALUD DE LA POBLACIÓN GLOBAL SI LA GENTE SE ENTERERA DE ESTO
3) LA ESTRATIFICACIÓN DE LAS CAPAS DE LA SOCIEDAD EN EL ASUNTO DE LA CAPACIDAD ARA ENFERMARSE.

SEGUIRÉ EN ESTE TEMA..