Esta es una historia real, y que pretende dar a quien la
lea, que el amor romántico, aunque no culmine en una historia larga y feliz,
deja eternos resultados y no tiene que ser eficaz sino sensible.
En 1972, en la
España de Franco, estaba prohibida la felicidad. Pero la
gente no lo sabía. Ignorancia que ricos y pobres compartían con la santa madre
iglesia. Eso solo lo sabían unos pocos en el país y los creadores del club
Bilderberg, de Bélgica y USA.
Por supuesto el autor de este escrito, que por aquellas
casualidades de la vida, había llegado a España, un señalado día de 1971 y pudo
ver en la plaza de Oriente de Madrid lo que los periódicos de entonces llamaban
la exaltación de la “democracia
orgánica” -la democracia práctica
subtitulaban los periódicos afectos al régimen que eran todos- y el triunfo de un “régimen de paz” que ya se
encargaban en la Europa de las libertades y la socialdemocracia, de
hacer una contra-propaganda los muchachos de Manuel Fraga Iribarne, Ministro de
Turismo de Franco.
Decía entonces esa propaganda en Europa, que este país vivía
en paz porque no había huelgas y los aeropuertos y los hoteles no sufrían ese
molesto aguijón de los trabajadores que tanto molestaba en Francia, Alemania,
Italia y otra clientela del sol y playa…el paraíso de los empresarios.
En las vacaciones de 1972, fui varias veces a un bailadero
de música suramericana que estaba cerca de la Plaza Mayor de Madrid.
El sitio se llamaba “Puerta Oscura” y allí acudían españoles casi en su
totalidad. Al llegar yo, el encargado del local, un simpático madrileño me
ofreció enseguida discos de vallenatos, cumbias y bambucos que tenía. Al ir la
segunda vez, ya me saludaban cubanos, venezolanos, argentinos…pero enseguida
noté que no había colombianos…el encargado
me dijo que había pocos colombianos en Madrid porque los
estudiantes -que eran la mayoría de la
clientela de ese local- casi no había.
Conocí entonces a una enorme cubana, que era la antítesis de
los cubanos. Rubia, alta, ojos claros…pero nunca fue pareja mía aunque era mi
tipo…su simpatía y ruidosa manera de ir por la vida, me hizo ver primero la amiga que la hembra…bailábamos
pegado -como Dios manda- y en eso se parecía a mis amigas
Barranquilleras, en la forma de llevar
el ritmo y la pasión en la danza…enseguida
llevé a uno de mis amigos, de la pensión de estudiantes de Madrid, gallego,
enamorado de Suramérica, alto y de ojos claros, como buen gallego, tierra de
celtas.
La cubana se llama Fe. El gallego Luís. Pues se hizo una
pareja irrompible. En esa época, donde tener un sitio para ir a hacer el amor era imposible. Algún adicto al régimen
me decía que en España no había prostitutas, porque la prostitución estaba
prohibida. Y se quedaba tan fresco…esas sobremesas de la pensión de estudiantes
fueron muy aleccionadoras para mi. Había furibundos
defensores de Franco y sectarios defensores de las libertades…
Yo me emparejé con una madrileña, de nombre Paloma, que
guardaba celosamente su virginidad para tiempos más prometedores, pero que me
hizo ver fuegos artificiales y estrellas, en los bajos de un edificio -como se hacía entonces- al no haber mejores
sitios…
Pero mi amistad con Fe y Luís duró mucho tiempo…como no
había nada mas que correo, ese era el medio para mantener las amistades…no me
acuerdo cuando dejé de tener noticias suyas…Fe se había venido para España,
pues al divorciarse de su esposo en Cuba, se veía obligada a vivir en la misma
casa y eso era la guerra diaria, pues el
hombre llegaba con otras mujeres, borracho y pendenciero a altas horas de la
madrugada…ella no pudo aguantar más y aceptó la ayuda de otra cubana que ya
vivía en Madrid. Allí debe estar todavía, pero solo se su nombre y que
trabajaba en una joyería.
Como no tengo cerebro sino una filmadora, tengo claro esas
noches de un hermoso Madrid nocturno. Noches en las que iba a comprar una
novela de ciencia ficción, tomar una cerveza en el llamado “Drogstore de
Bilbao” y una larga caminata hasta mi pensión de la calle “Conde de Xiquena nº
3”…y allí supe por qué los españoles vivían fascinados con las extranjeras…la España Nacional
católica había creado una juventud sin formación sexual y con la idea
judeo-cristiana, de que eso era un
asunto del demonio, que el estar alejado de todo eso era la virtud, la
abstinencia era la suprema forma de ofrecer los sacrificios a Cristo…
Pues venía caminando por la Gran Vía , la entonces
llamada Avenida José Antonio, el creador de la Falange Española
de Las Juventudes obreras Nacional Sindicalistas, el movimiento que hacía ver
de izquierda al fascismo de Franco. Costumbre inveterada de la extrema derecha
europea, tal como Mussolini lo había diseñado, como nuestro Álvaro Gómez
Hurtado bebió en los bares de Madrid y en los exclusivos lugares que el padre
Laureano Gómez se encargó de presentarle
a su querido hijo. De la fría Bogotá, Alvaro vistió los abrigos negros de la Falange y asistió a los
rituales iniciativos de esa casi secta religiosa que era la Falange de las JONS….
Entonces vi a una delgada rubia que se detenía a mirar los
escaparates de ropa, en las elegantes tiendas de esa calle…iba descalza como
casi todas las chicas en ese caluroso agosto… yo con nadadito de perro me
acercaba a esa visión del cielo que como un ángel se alzaba majestuosa ante
mi…me miró con unos ojos azules, como los platillos voladores y las naves
espaciales de mis novelas de ciencia ficción…una sonrisa de blancos dientes que
me hicieron pestañear con nervios…
Yo no hablaba inglés y ella no hablaba español. Cosa que no
hizo falta…tendría unos 18 ó 20 años…solo le entendí “England” y ella debió
entender “Colombia”….como todo feo, solo tenía mi lenguaje corporal para
desplegar mis habilidades de pavo real…la invité a beber una cerveza pero me
hizo saber que ya se iba a dormir…estaba en una pensión cerca de la calle del
Rastro de los domingos…entre carcajadas y miraditas de sorpresa, la acompañé a
su pensión, le besé la mano y eso hizo que tirase de ella…me dio un beso que
hizo temblar mis piernas…estuvimos así como media hora o más…no hice el más
mínimo gesto de lascivia, como seguramente era la costumbre de los chicos
“decentes” de entonces…así que me hizo ir
hasta adentro, después de saludar al “sereno”, el encargado de abrir las puertas de los
edificios….abrió y nos quedamos…me hizo entrar pero cuando ya no pude más bajé
su pequeño “short” de tela vaquera –blue
jeans- y esos ojos me han estado mirando
los últimos 42 años desde esa mágica noche de 1972…
Muchos años después, escuché la canción de Joaquin Sabina “Y
me dieron las diez y las once…”…no es la misma historia y de hecho nunca esperé
volver a verla. Esos ojos deben estar a esta hora contemplando sus nietos…no
recuerdo su nombre aunque me lo dijo…las cosas que un cachaco soñaba en
Barranquilla pudo vivirlas en Madrid. Si
Cupido disparó su flecha, ésta era de plata…porque no me enamoré…solo me hizo
admirar lo que una mujer es capaz de causar en un hombre y como los perros de
las caravanas de los camellos de Jalil
Gibran en “El Profeta”, en el desierto, entierran un hueso en la arena, sin
saber si por allí volverá a pasar algún día…esa hermosa rubia inglesa enterró
un hueso en el desierto, pero quedó sembrado en mi mente de tal manera que
nunca la podré olvidar, mientras esté vivo….