De las cosas que más me recuerdan mi paso por Barranquilla,
especialmente en la calle 43B con 85, es mi cuarto de revelado. En 1965, un
cubano, Eduardo Reyes, me había regalado todos los elementos de su cuarto
oscuro….papel positivo Gevaert, bandejas, ácidos, alcalinos, una ampliadora,
una guillotina milimetrada para el papel, varios rollos redondos metálicos con 100 pies de película de 35 mm , dos cámaras, una Nikon
y una pequeña Fuji 35mmX2, que en un rollo de 36 fotos, toma 72. Eduardo me
dejó todo eso, pues estuvo en mi casa de la 43B, mientras dibujaba un barco,
pues en Cuba tenía la dirección de varios astilleros-varaderos, que Fidel
Castro personalmente le había confiado. Eduardo había hecho un paseo por varios
astilleros de Italia, los Italcantieri, y fue muy bien preparado para ese
trabajo. Anticastrista visceral, viajó a Miami
con Mireya, su esposa, y dos pequeños hijos, uno de los cuales era un
acordionista excelente, pese a su corta edad, unos 10 años.
Mi padre tenía una Pentax que había traído de Panamá. Así
que teníamos un buen equipo fotográfico en casa. De los carnavales, de la
avenida Olaya Herrera, del barrio de El Prado, de mi colegio, el Biffi y de
otras zonas de Barranquilla, tengo cantidades. Debe haber fotos todavía en la finca de mi madre.
En casa de doña Dorotea de Schoenfeld tomé muchas fotos. En el amplio patio
interior, lleno de árboles frondosos tomé fotos de los inquilinos de esa
pensión, la mayoría de Asobancaria, que estaban liquidando un banco
fraudulento.
Eduardo me enseñó lo principal…toda la brujería que el
revelado de negativos y fotos conlleva, el preparado de esos líquidos mágicos
que sacan imágenes de una lámina de plástico o de papel, el manejo del trasiego
de rollos de película desde las lñatas de cien pies a los pequeños rollos para
las cámaras.
Hoy, cuando escucho música de Jhon Barry, sus míticas composiciones
del agente 007, y de “Out of Africa”, una sensación agridulce, de melancolía y
de profunda alegría me invaden, por la suerte de haber vivido todo aquello.