Cuando tengo hambre,
muchas veces me
acuerdo de “El merendero”, un
restaurante al aire libre de
Barranquilla, en la avenida “20 de julio”,
en los años 60´s…allí iba
con mis padres a cenar en la noche…la cantidad de carne ofrecida
era enorme…hasta risas
nos causaba tal abundancia de carne asada
acompañada con papas -patatas-
bebidas y un helado
de postre…
En la lejanía, casi 10
mil kilómetros, ni el
tiempo ni la distancia han menguado la agradable
sensación de esos recuerdos…estando en Colombia, echaba de menos el
poder ir con mis
amigos a un bar y
beber una cerveza
acompañadas de una “tapa”…luego pude
hacerlo…ahora lo que
echo de menos
es las comidas barranquilleras…
Sería fácil decir que
esa constate insatisfacción puede
se una señal
de un trastorno mental…pero no es tan
fácil…porque muchas veces
trato yo mismo
de estudiar esta
situación, mi entorno y mis
vivencias…no me encuentro a
disgusto en España…de hecho,
no me podría
imaginar otra vida
que no estuviera
enmarcada por ese
sabor especial de
el ambiente español…un país que
me robó el
corazón en cuanto
llegué a Madrid en 1972…
Mi padre me rogó
que me fuera
a Boston, Massachussetts, pero
no quise porque
la guerra de Vietnam me
hizo odiar todo lo
que estuviera ligado a Los Estados Unidos…así que
elegí España, dónde también
podía estudiar lo
mismo que mi padre...arquitectura naval…
Con los años
me di cuenta
del enorme error
que cometí…hoy podría incluso
vivir en USA…para vivir
allí no hay que
amar el país, aunque con
toda seguridad hoy lo
amaría con todas
mis fuerzas…
Pero mi padre
nunca me obligó
a hacer nada…un muy
conservador ex capitán de la armada
colombiana sabía que
tenía un hijo muy
alejado de las
doctrinas conservadoras de nuestro
país…con los años, ni yo era
tan marxista ni él
tan conservador…cuanto daría
por poder hoy
conversar con él…ya no es
posible pero me aferro
a sus enseñanzas…lo
que hizo que
de alguna manera primara más
el valor de la
amistad, el valor del amor
fraternal y filial, del amor a
aquello que es
más grande que
nuestra persona, nuestro
ambiente, nuestro entorno…
Poder
preguntarle cosas intrascendentes,
cosas muy importantes…todo lo
que un hijo
en apuros, enfermo y derrotado
le preguntaría a su padre… ya no
es posible, como tampoco
parece posible que
alguna vez regrese
a esa Barranquilla que
recuerdo con tanta
ansiedad…