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viernes, junio 15

Recuerdos de Barranquilla


En Barranquilla, 1960, la ciudad se mostraba muy tranquila. Al menos así la percibía yo. Al venir mi padre procedente de la armada nacional, unos amigos le recomendaron una pensión en la arenosa que era muy a la altura de sus menguadas finanzas. No podía abandonar la armada hasta cumplir unos años de servicio a la institución, después que el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla lo hubiese enviado al Massachssetts Institute of Technologics, a estudiar Arquitectura Naval. Pero mi madre lo convenció de dejar la Armada en cuanto pudiese. Pero los superiores de mi padre no lo perdonaron y le dieron de baja  antes de cumplir el tiempo que le permitiese recibir una pensión vitalicia por parte del gobierno colombiano.

Esa pensión era de una señora alemana, que se encontraba en una enorme casa del barrio de El Prado, decorada con grandes abanicos eléctricos en el techo que también tenía lujosas lámparas de cristal, un patio grandísimo que tenía gallinas y conejos. Las empleadas y la dueña vestían uniformes blancos y ella presidía la mesa del comedor donde a la hora del almuerzo y de la cena había una vajilla de porcelana alemana y cubiertos de plata. Los muebles de madera de colores rojizos y brillantes los recuerdo como muy lujosos y grandes.

A unas dos manzanas se encontraba el colegio alemán y la dueña de la pensión recomendó ese colegio para mí. A los 10 años todavía me orinaba en la cama, con que mi madre con mucha vergüenza tenía que poner una manta de caucho debajo de la sábana. Es muy conocido ahora que el origen de este problema de los niños se esconde en una niñez de maltratos y privaciones. Pero es precisamente al contrario de mi caso pues lo que hubo siempre es una sobreprotección. No parecía que lo de orinarme en la cama fuese por violencia. Pienso ahora que la causa era mucho más sencilla: pereza de levantarme. El niño lo que tenía era solo una enorme flojera. Pero se acabó en esa pensión mi flojera con la amenaza de mi padre de contarlo en el colegio a las niñas. Santo remedio.

Pero con los años, quizá por loa profusión de niñas rubias en mi temprana niñez en Cali y después en el colegio alemán, me quedó gustando esa opción. A mediados de los años 60´s, vi una película con la actriz alemana Elke Sommer. “El Premio” era una película donde se da el premio Nobel de literatura a un borracho americano que descubre una trama soviética, muy a la usanza de la candente guerra fría de esos tiempos. El borracho es Paul Newman y Elke Sommer es la ayudante sueca del premiado.


Poco tiempo después, quizá en 1968, en el cine Coliseo de Barranquilla  vi la película Belle de Jour, donde Buñuel dirige a Catherine de Neuve, en una obra que en la España de Franco no se vió hasta después mnuerto el dictador, tal como ocurrió con El Gran Dictador, con Charles Chaplin, que pudimos ver en España solo en 1976. El mismo año que salí de España hacia Colombia.


Con los años, en la mirada de la europea Catherine De Neuve, veo un parecido con la medio árabe Shakira. Juzguen uds. mismos. Como en la película de Billy Wilder, los caballeros las preferimos rubias.

Harry Potter y la Piedra filosofa....


 
Hoy por la tarde he visto “Harry Potter y la piedra filosofal” por enésima vez. No se si había caído en cuenta, pero los mundos extraños de fantasía nos han venido de Inglaterra. Y retrocediendo muchos años,  me sitúo en Cartagena de Indias en 1959. En el edificio donde vivíamos mis padres y yo, mis vecinas Sonia y Yadira, me invitaban siempre a jugar y a leer. Ese  era un hogar muy religioso y cuando en el Colegio San Carlos se ocuparon de la primera comunión, la familia de mis vecinas estuvo muy pendiente de mi formación católica.

Pues en esa casa tenían una enciclopedia  “Uthea” que yo siempre estaba curioseando. Allí recuerdo que venían unos “cuentos universales” con dibujos muy hermosos, uno de ellos  llamado “El Hobit” de un tal J.R.R.Tolkien. Lo recuerdo bien porque Sonia, una chica de 14 años, mayor que su hermana Yadira, me explicó que era un Gnomo, y que era un Hobit.

He estado últimamente buscando a la Familia Gutierrez de Piñeres, porque con Internet ya no es extraño encontrar viejas amistades. No he tenido suerte aún. Con Yadira, de mi edad, seguro que no habrá suerte pues un cáncer se la llevó. Eso lo supe viviendo en Barranquilla.

Con los años, muchos, después de El Señor de los anillos, una inglesa nos inventa Harry Potter. Y mis hijos pequeños entran en ese mundo de fantasía desmedida de Tolkien y la señora J.K. Rowling.

Noto que en El señor de los anillos, no hay paradigmas. Ni siquiera se nombran costumbres religiosas. Tolkien se ocupó de eso y situó la historia en algo parecido a la alta edad media, con la tierra media, los Elfos y los inframundos sin nombrar a los prohombres que formaron la Europa del los siglos IX y X. Es un universo mitológico creado con precisión matemática.

Pero en Harry Potter si hay cristianismo. Se felicitan la navidad. La magia de la percepción en los parajes, las comunicaciones y los personajes, si es tratada en ambos casos. Hay Trolls y Hobits, Monstruos de inframundos y escuelas de magia. El mundo de Murdoc y la escuela Howard, Elfos y Profesores de magia, han producido libros y éxitos cinematográficos.

En la Barranquilla de los años 60´s, la Librería Nacional me llamaba por teléfono en cuanto llegaban novelas de ciencia ficción. Las primeras líneas las leía en compañía de un delicioso helado y un batido bien frío. No sabía que Gabriel García Márquez se situaba a un par de calles en sus tertulias con compañeros periodistas de El Heraldo.

Pensaba entonces que lo máximo en ficción era lo creado por los autores como Isaac Asimov, Arthhur C. Clark, y los que leía en esa época con fruición: Stapledon y Huxley.

La historia contemporánea, de estos años recientes, nos ha dicho que la imaginación aún no se ha tomado el poder. Cuando lo haga, no quisiera estar en los zapatos de aquellos que quieren ver siempre decadencia en los movimientos artísticos. Como los nazis y los bolcheviques de principios del siglo pasado. Ven a ser los perdedores de siempre, porque los conservadores no hacen otra cosa que acumular fracasos.