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sábado, octubre 1

La catástrofe perfecta, de Ignacio Ramonet

Para conocer un poco de dónde viene este ataque a los trabajadores del mundo entero, de dónde viene el ataque de las mafias financieras y cual podría ser su alcance, hay que hacer un poco de arqueología…esto es viejo, y como la tasa Tobin, está en su 40 cumpleaños…algún hombre poderoso desató la furia neoliberal, y quizá no se dio cuenta en su momento cual era el alcance en el tiempo de esta desgracia que hoy remueve los cimientos de la civilización y amenaza con ser aún peor…


Con motivo de la debacle acontecida en 2008, el estudioso y ensayista político Ignacio Ramonet, escribió un pequeño ensayo titulado: “La catástrofe perfecta”.
En 1971, no podía ser otro que el pomposo presidente de los E.E.U.U. Richard Nixon. El mismo que tuvo que renunciar por el famoso escándalo Watergate. En esa época acababa yo de llegar a España y ya Nixon iniciaba un acercamiento a China comunista, mediante la llamada diplomacia del tenis de mesa.

Dice Ramonet que todo comenzó un 15 de agosto de 1971. Se suspendió la convertibilidad dólar-oro y la consecuencia es que se desmorona todo el sistema Bretón Woods que funciona desde 1944. De alguna manera es una refundación del capitalismo y permite la globalización neoliberal.


En esos días, los barones del capital, los teóricos, creen haber agarrado el toro por los cuernos y dejan caer en el imaginario colectivo de las sociedades de occidente, que hay una “mano invisible” que por la misma dinámica del capitalismo, regula y restablece la riqueza de las naciones.

Todas ésas cosas pasan con dos frentes muy activos: el político y el teórico. El político está abanderado por Ronald Reagan, Margaret Tatcher, Suharto y el general Pinochet.

Y el más venenoso, el teórico, formado por la escuela monetarista de la Universidad de Chicago, cuyos estudiantes jugando a aprendices de brujo experimentan en Indonesia en Chile.

Esa “revolución conservadora” agresiva, primero quiere es acabar con los sindicatos, con todo lo que tenga el más leve olor a Keynesianismo, con todo lo público y se inicia una carrera para privatizar todo lo que sea posible.

Volver pequeño al Estado de tal manera que no intervenga para nada en la libre acción de los ciudadanos. A ser posible que ni la policía ni el ejército, ni la política exterior y ni siquiera la interior…todo sea privado.

Los brujos que teorizan sobre todo esto son, entre otros, Joseph Schumpeter, Friedrich von Hayek y Milton Friedman.

Durante 30 años dominan el ambiente universitario y son el centro de los más fuertes huracanes dialécticos. De alguna manera defienden la explosión de crisis financieras como señal de que el capitalismo está vivo.

Si hay “daños colaterales” como ahorristas que ven esfumarse su dinero, gremios enteros de trabajadores despedidos, empresas arruinadas, y otras desgracias, es un síntoma de que el capitalismo está sano.

No se sabe cual es el más influyente. Incluso compiten en su versión del capitalismo depredador como una creación científica del hombre. Como Marx, ellos están seguros de que es la definitiva forma económica que el hombre ha ideado. Que es prácticamente natural. Que son las fuerzas de la naturaleza que hacen fluir este magma.

Resumiendo, Schumpeter defiende que las crisis son destrucción creadora. Von Hayek cree que el estado debe ser mínimo. Sus fans incluso creen que el Estado debe desaparecer. Friedman cree incluso en la necesaria agresividad que debe suponer una violencia capitalista.

Es curioso el punto de vista del filósofo Max Weber que centra su visión del capitalismo norteamericano con el prostestantismo.

Dice el profesor Pablo Pozzi: “La hipótesis central de Max Weber fue que había una relación estrecha

entre el surgimiento del capitalismo y la religión protestante.

Quizás en ningún otro lado esto ha sido más cierto que en el caso norteamericano. Desde sus inicios como nación, el tema religioso ha sido tanto un elemento central para la

Hegemonía de la clase dominante norteamericana como una de las herramientas clave de la acumulación capitalista.

De hecho, la consigna oficial estadounidense (“In God we Trust”) es reveladora de las premisas ideológicas subyacentes

en esa sociedad.

Como expresó Bronislaw Baczko: “En efecto, en el corazón mismo del imaginario social, en particular con el advenimiento y el desarrollo del Estado, se encuentra el problema del poder legítimo o, más bien, para ser más precisos, de las representaciones fundadoras de legitimidad.

Toda sociedad debe inventar e imaginar la legitimidad que le otorga poder.”

Este sentimiento se está apoderando de todo el planeta. No solo ha dado su abrazo a los Estados Unidos. Europa y Asia están dentro del radio de acción de esta plaga. Ramonet incluso habla de unos “mandamientos” que un filósofo, Dufour, ve en esta nueva religión del neoliberalismo:

Primer mandamiento: Te dejarás conducir por el egoismo, y entrarás amablemente en el rebaño de los consumidores.

Segundo Mandamiento: Utilizarás al oto como medio de lograr tus fines.

Tercer mandamiento: Podrás venerar todos los ídolos que elijas siempre y cuando adores al dios supremo: El Mercado.

Cuarto mandamiento: No inventarás excusas para no entrar en el rebaño.


Sexto mandamiento: Ofenderás cualquier maestro que esté en condiciones de educarte.
Quinto mandamiento: Combatirás todo gobierno y preconizarás la buena gobernanza.

Séptimo mandamiento: Ignorarás la gramática y barbarizarás el vocabulario.

Octavo mandamiento: Violarás las leyes sin dejarte atrapar.

Noveno mandamiento: Derribarás indefinidamente, en materia de arte, toda puerta abierta por Duchamp.

Décimo mandamiento: Liberarás tus pulsiones y buscarás el goce ilimitado.

Estos días ha mojado mucha prensa el señor Alessio Rastani, por haberse atrevido a decir lo que los neoliberales no se atreven a decir en público. De hecho, en el cuerno de África mueren de hambre millones de personas mientras una pocas acumulan riqueza incluso aprovechando esta hecatombe africana.

Y he aquí que emergen personajes como Charles Maurice de Talleyrand-Périgod, el caballero sinuoso que antes, durante y después de la revolución francesa, conspiró, apoyó, siempre entre bambalinas, para pasar como un superviviente de esa época en la que rodaban cabezas por el más mínimo desliz.

Ese miserable creo que murió en su cama, como Francisco Franco, Hoy, todos podemos acabar en la calle, sin casa, sin trabajo, hasta sin familia. Menos los Talleyrand. Esos tipos los produce hoy la sociedad a montones. Como camaleones sociales, te cambian la lengua por una alpargata y se quedan con parte de lo tuyo. Están siempre pensando en tu libertad o en tu cartera. Esos son los caballeros del neoliberalismo.

Hace años, en un arranque de rabia, establecí 40 nuevos tipos de delito. Los llamé “neodelitos”. Este es su link: NEODELITOS

Disfruten, si les quedan tripas…