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martes, noviembre 29

HOJA DE RUTA DE UN FRACASADO FELIZ

Como nací en septiembre de 1950 (soy virgo) tengo 55 años que han sido un desastre por los pocos logros económicos que he tenido. Pero en cuanto a vivencias y variedad de cosas que he hecho, no puedo quejarme, porque de hecho mi vida ha sido una mezcla de aventurero cobarde y exitoso hombre de negocios venido a menos. No es más que un puzzle ó rompecabezas imposible de armar si con lógica se pretende armar tal cantidad de dislates y desaciertos de una persona que apuesta siempre por el caballo perdedor.
Pero el resultado, sumando y restando, no es tan malo si cuando despierto por la mañana veo que he vivido en paz y siempre en sitios en el que me rodea el amor y lo que ahora se llama “buenas energías”.

Antes de 1969, el año que me gradué de bachiller en el colegio, debo decir que viví una vida feliz y sin sobresaltos, porque la vida en Cali, Cartagena y Barranquilla, en esa Colombia del frente Nacional, de Lleras Camargo, Lleras Restrepo e inclusive Rojas Pinilla, habían de alguna manera preservado a esas ciudades de la violencia que posteriormente se apoderaría de casi todo el país, cuando yo ya no vivía en Colombia.

Sólo recuerdo una escena en Cali, cuando en la noche se llevaron un vecino, y mi madre estaba temblando de miedo mirando furtivamente por la ventana. Con los años ella me explicó que era un activista contra la dictadura que le habían detenido como a miles de estudiantes que luchaban contra Rojas Pinilla.
También recuerdo el día que salimos a la calle a festejar la caída del dictador y me llamó la atención como sacaban los pies por las ventanillas de los automóviles de las personas que habían sido torturadas. Los gestos de la gente haciendo la “V” y gritando “SE CALLÓ, SE CALLÓ” y “ABAJO LA DICTADURA”, me sorprendieron porque mis padres hacían lo mismo.
Unos pocos meses antes, por el barrio, había ocurrido un desastre, cuando unos camiones con dinamita explotaron violentamente causado centenares de muertos. Sólo recuerdo gritos y carreras por la calle y también gritos en mi casa y que yo pasaba de brazos en medio de un griterío impresionante. El cielo estaba de color rojo y aquello parecía el fin del mundo. Mi madre dice que no recuerda que yo estuviese llorando sino atento como en medio de un espectáculo de fuegos artificiales.
Poco tiempo después y viviendo a pocos metros de donde había sido aquella explosión, en un edificio nuevo, construido sobre aquellos escombros que quedaron, conocí la televisión. Era una carrera de caballos. En ese edificio vivíamos al menos tres familias de origen catalán. En esa época mi madre vivía con Domingo, un antiguo oficial del ejercito republicano español y otras dos familias enteramente catalanas.
Las navidades de 1956 y 1957 las recuerdo con mucho cariño, pues de allí salieron quizá mis primeras querencias y aprendí aquellos villancicos que enmarcan los recuerdos de los colombianos de mi época.

Algún tiempo después, ya al principio de los años 70, hice alguna campaña por Gustavo Rojas Pinilla, por estar en contra del candidato conservador, Misael Pastrana Borrero, que al final “ganó” aquellas elecciones pero que marcó claramente el año que empezó a estropearse el país. Este episodio dio comienzo al llamado M-19, el movimiento guerrillero colombiano que tanto protagonizó la vida de este país y que de alguna manera influyó en mi entorno pues sus dirigentes eran amigos de colegio de uno de mis primos y otro era novio de mi primera novia.

En 1970 llegué a Bogotá a estudiar ingeniería y por facilidad me inscribí en la Universidad de La Salle, del mismo grupo de mi colegio. Pero ese mismo año me inscribí en la Universidad de Los Andes, y sólo hice un semestre en La Salle.

Mis padres, compraron un apartamento cerca de la Universidad, y allí me fui a vivir con poca suerte en los estudios porque me dediqué a hacer más política que a estudiar.

Estando en ese apartamento viví una época muy agradable de lecturas apasionantes sobre el mundo que empezaba a conocer, de la mano de Louis Pawels y Jacques Bergier, los autores de “El retorno de los brujos” y de las obras de Marx y Engels y una cantidad de libros de clara estirpe marxista.

Recuerdo de ése apartamento, que Margarita fue entonces mi novia, mientras ella estudiaba en la misma universidad de Los Andes. Finalmente ella terminó su carrera como Ingeniero de sistemas y yo salí del país y me fui a España a estudiar ingeniería naval.

También recuerdo esa época como el marco de una música preciosa. Además de haber descubierto algunas obras de Mozart y del mismo Beethoven, recordé a Sibelius con su “Finlandia” que de alguna manera me recordaba a esa Cali de 1957.
Recordé también a Morton Gould con sus “Espirituales para orquesta”. No recuerdo en que momento escuché en mi niñez la obra de Morton Gould, pero al escuchar los “Espirituales” me venían a la mente las calles de Cali, la Plaza de Cicedo y lo que fue en su momento el Hotel “Alferez Real”.

Pero quizá sea Tchaicovsky quien más me recuerde esos años de mozalbete en Cali, ó mi época de estudiante universitario en Bogotá. Recuerdo que vi “El Lago de los Cisnes” en el cine “Embajador” y que terminamos con un largo aplauso por lo maravilloso de aquel ballet.

La ópera “Carmen” de Biset, sobre todo la overtura, y “El amor brujo” del gaditano Manuel de Falla, estuvieron por muchos años en discos de vinilo que mi padre había traído de Boston. Esta vez mi padre era otra persona, pues mi madre había cambiado su vida al lado de otro hombre al que siempre recordaré como mi “verdadero” padre: Alfonso.

Cuando llegué a España, una fecha señalada en octubre de 1971, fui a la plaza de oriente en Madrid y ví a casi un millón de españoles dando vivas a Franco y gritando “fuera marxistas de la Universidad”. Vi entonces a Franco y al Principe de España, el actual Rey en el balcón del Palacio Real.

Sentí temor por lo que pudiera pasarme si me iba de la lengua. Pronto comprendí que no había lugar para tal temor. Los españoles también habían cultivado el odio al fascismo y muchos estaban “heridos” porque en todas partes del mundo se burlaban del gobierno que les había tocado. Ese complejo lo tenían todos y como lo entendí me cuidé mucho de criticar su gobierno y sólo hablaba de política con los muy amigos. Pero mi amor por España siempre se hizo más grande y cuando regresé a Colombia no hice otra cosa que añorar aquellas nevadas en Salamanca, los bares de Madrid y Cádiz, las tapas de Sevilla y ese acento que nunca pude tener.
Estando en la escuela naval de Madrid, supe de escuela naval de Cádiz y alguien me dijo que la vida en Cádiz era mejor porque su gente era mejor. Eso era verdad en algún sentido que entendí con el tiempo. Toda la gente en España era mejor. Lo entendí mucho mejor en Holanda, cuando al estar unos 5 meses por trabajo como ingeniero, los Holandeses me parecieron el más alto grado de corrección de vida. Su forma de vivir y su concepto de los españoles me despejaron algunas cosas que aún no había entendido.
Una de las cosas que me abrieron los ojos sobre como entender a los españoles, fue su manera de “ligar”. En 1971, el pasatiempo de los chicos de mi edad era salir todos los días pero especialmente los fines de semana a “ligar”. Esto es, a conseguir pareja. Mis amigos, quizá en broma me dijeron que para ligar, sólo tenía que acercarme a la chica que me gustara e invitarla a tomar una copa ó a bailar, si estaba en una discoteca.
Al principio me pareció muy divertido hasta que me dí cuenta que algunas chicas me tomaban el pelo. Pero eso no me importó mucho porque pensé que era parte de las nuevas costumbres que ahora yo practicaba.
La televisión también me hizo ver algunas cosas que sólo ahora, con los años, entiendo mejor. Hasta que pasó como un año no comprendí que si una chica te aceptaba, podía llegar a tener sexo con ella. Sólo que tenía que tener el sitio y el momento adecuado. La estrecha costumbre que yo tenía era que para tener sexo había que recurrir a las prostitutas.

El verano de 1972 fue muy agradable pues mis amigos de Madrid, cuyas familias me trataron como a un hijo más, me pasearon por todos los sitios del Madrid que yo debía conocer. Especialmente las salas de fiesta de verano y las piscinas.

Era un mundo inédito para un sudamericano que no conocía nada del mundo en España y ahora veo que lo mismo debe haberle pasado a otras personas tanto en Estados Unidos cómo en Inglaterra ó Francia.

En el invierno de 1972, conocí a la que sería mi primera esposa y madre de mis dos hijos mayores, Albina. Ese año nos fuimos juntos a Cádiz, donde nació mi hija mayor en 1974.
La vida en Cádiz, mientras estudiaba y conocía la vida de padre fue muy feliz, aunque no era consciente de ello. Se acabaron los ligues y la postura de ligón. Mis intereses eran ahora la lectura y mi vida de familia.

Nada más lejos de lo pensado hasta entonces. Para mi estaba claro que la familia era un criadero de complejos y que esta sociedad, con el tiempo, debía derivar a algo parecido a una colmena.

Pero las cosas parecían a mi favor. No me importaba más que terminar la carrera y regresar a Colombia. Finalmente regresé en barco desde Cádiz hasta Santa Marta y de allí a Barranquilla, desde dónde volamos a Cali.

Un año antes mi hija había ido de un año de edad junto a mis padres. Así que el último año lo pasamos solos mi esposa y yo en ese hermoso Cádiz y sus bellas playas.
Franco murió en 1975 y yo viajé a Colombia el verano de 1976. Las cosas que pasaron ese interesante año y que ahora se recuerdan en España como las cosas que pasaron hace 30 años, con la muerte de Franco y la proclamación del Rey Juan Carlos I, son también las cosas que enmarcaron una de las épocas más interesantes de mi vida.

Después, ya en Colombia, y con un trabajo al lado de mi padre, actuando como ingeniero naval y de su mano como inspector naval, entendí otra manera de vivir la vida. El amor por el trabajo y la honestidad fue lo que siempre vi, en el actuar de mi padre. Después nació mi hijo mayor, Alfonso José, en 1978 y poco después me fui a Cartagena a trabajar en un gran Astillero. Esa fue quizá la mejor época de mi vida, pues encontré una mejor calidad en mi entorno.

En 1983 viajé a Holanda y también estuve unos días en España con la familia de mi esposa. Al regreso en Cartagena de Indias, y habiendo dejado a mi esposa en España, conocí a Patricia. Una cartagenera con una inteligencia fuera de lo común, que me cambió la vida por completo. Pero dejé Cartagena poco después y aquella tórrida historia de amor se esfumó pero no los fantasmas que se formaron en mi mente por haber dejado inconclusa esa historia que llamó a las puestas de mi vida con una inusitada fuerza. Creo que es la única vez que he sentido el amor tan intensamente como sucedió con mi primera novia de Barranquilla: Olga.

Pero como todo lo que bien empieza, bien termina. Es mejor tener un buen recuerdo de aquello que haber tenido que terminarlo quizá de mala manera. Años después supe, en 1993, hablando con ella por teléfono, que se había casado y que era muy feliz. No supe más de ella.

Ese 1993 fue el año que regresé de España, después que viví más de 10 meses en Madrid, mientras trabajaba en la compra de varios barcos actuando como broker naviero.

Desde 1996 vivía a caballo entre Buenaventura y Cali, y en el puerto vivía con alguien que marcó mi vida de forma duradera. Fue una mujer que me quiso mucho y sacrificó sus mejores años de juventud a mi lado, cuando pudo haber hecho algo mejor. De hecho nunca tuvo hijos y pudo haber sido una gran madre para sus hijos. Lyda es la mujer que más me ha querido y siempre dió muestras de ello.

Pero los meses en Madrid, resultaron para mi verdaderamente dinámicos para los cambios que tuve entonces. Conocí a otra Patricia y desde entonces vivo a su lado. Una mujer muy bella, que venía de un fracasado matrimonio del que tenía un hermoso niño que es ahora mi hijo. Han pasado 12 años desde entonces y mi vida ha cambiado tremendamente, sobre todo desde 1994, cuando nació una hermosa e inteligente niña que en 1997 viajó con su hermano y su madre a España. El regreso de una familia que vivió en Colombia esperando una buena vida que no fue posible porque las condiciones de ese país no fueron las mejores. Y quizá yo estaba demasiado desesperanzado como para empezar de nuevo.

En enero de 1998 ya estaba de nuevo en Madrid pero ya con 47 años. Imposible para mí empezar nada. Pero la dinámica de este país ha permitido que actúe como profesor de informática, muy lejos de mis pretensiones del pasado pero con la idea de ser cada vez más agradecido con la vida. Y sobre todo más humilde. Sacando de mi vida todo rencor, odio y esa soberbia que me acompañó siempre.

Ahora vivo en Madrid, muy feliz con la cercanía de mis cuatro hijos y por qué no decirlo, con la cercanía de sus madres que se llevan bien afortunadamente.
Mis hijos se quieren mucho y salen de vez en cuando a pasear ó a comer.

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Todas estas cosas fueron tejiendo en mi mente vivencias que sólo ahora, en mi madurez comprendo de otra manera. La soberbia, propia de la juventud, ha dado paso a una manera un poco más humilde de entender la vida propia y ajena. Como no soy un artista en ninguna de las disciplinas del arte ó de la ciencia, no puedo darle una mejor expresión a mis ideas. Me encantaría traducir todo esto en un lienzo ó una cuartilla de poeta. Pero no estoy capacitado para eso, y sólo puedo expresarlo por escrito, con poca suerte pues tampoco soy escritor.

Pero he aprendido desde niño a disfrutar el arte y la ciencia de los demás. Poetas, escritores, científicos, filósofos y músicos han influido en mí de manera que entiendo como positiva. Desde el nivel de un hombre del montón quiero rendir el homenaje que una gran cantidad de artistas que esperaban que personas como yo adornaran sus vidas con su arte. De tal manera que ahora mi “percepción” del mundo es diferente. No es mejor, sino diferente.
Para explicar qué es esa percepción, trato de leer mucho lo que escriben los demás, tanto en política como en ciencia. Los poetas hacen una síntesis de lo que es difícil entender, con sus metáforas y palabras extrañas que hacen de alguna manera lo que las ecuaciones de los científicos tratan de explicar.

Por eso, desde la época de mi llegada a España en 1971, dejé de leer novelas y me dediqué a los ensayos. En esa época principalmente ensayos políticos, y poco a poco me dediqué a los ensayos de ciencia. Me impresiona la ciencia, sobre todo la cosmología y leo menos a Noam Chomsky que a Stephen Hawkings, pero sin dejar de admirar a los periodistas que me aclaran el panorama de la actualidad tanto en Colombia como en España. Ahora con Internet es todavía más fácil encontrar nuevos pensamientos, nuevos puntos de vista, inclusive los que te llevan la contraria. El pensamiento de derecha es cada día más refinado y difícil de encasillar, pero la corriente es cada día más estrecha y he aprendido a “ver” qué podría ser de derecha ó de izquierda. La ecuanimidad no parece muy fácil de encasillar y es lo que trato de encontrar en todo momento.
Es otra forma de humildad que deseo ver en quienes escriben.

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