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jueves, mayo 17

LA HERENCIA DE LOS FEUDOS


LA RELIGIÓN ES NECESARIA PARA ENGAÑAR POLÍTICAMENTE Y CON MÁS FACILIDAD A LA GENTE, A LOS VOTANTES.

Con la enorme cantidad de información sobre política y religión, tanto los medios escritos en papel como los digitales han causado un hartazgo en la gente, especialmente en la juventud que esto a su vez causa una exclamación muy común entre la juventud: ¡todos son iguales!...
Pues eso es una victoria de la derecha. En las actuales circunstancias, donde los políticos conservadores tienen un margen de maniobra muy estrecho, les quedan solo los caminos del engaño ó de la desinformación, y el camino del diseño de realidades alternativas que incluyen la provocación para “armar” motivos artificiales para sus causas. Ese es un camino difícil y solo es facilitado por las creencias de la gran población. Es por eso que en los Estados Unidos y en los estados confesionales, es tan importante que sus jefes políticos expresen inequívocamente su creencia en algún dios, sea éste Yavé, Dios, Alá ó cualquier otro invento de última hora. Al decir “todos son iguales”, se corta la posibilidad de un enjuiciamiento personal por parte del votante. De esta manera se vota menos, lo que favorece a la derecha, ó se divide a la izquierda.
En este post pienso desarrollar la idea de que varios líderes mundiales tienen fija la idea de que el ejercicio del poder debe tomarlo la gran población del mundo como un derecho que Dios ha establecido para unos pocos individuos que están por encima de las leyes de los hombres y solo han de responder ante el altísimo por sus actos. En épocas muy lejanas, esto no era muy complicado. La ignorancia permitía que todo un pueblo, como los egipcios, gastara casi todo su esfuerzo en las construcciones gigantescas que glorificaban la memoria del faraón. En la edad media, los monarcas eran literalmente dueños de bines y vida de los más débiles del estado y los impuestos eran gastados en los lujos y bienestar de los elegidos de Dios. Contra ese estado de cosas, esa percepción interesadamente grabada en las mentes de la gran población no había nada que hacer. Ha de esperarse hasta el siglo XVIII para que esta humanidad comenzara a sacudirse los “principios” de vida establecidos por la gracia de Dios. Lógicamente estas ideas chocaron con los guardianes de la fe, puestos allí para la defensa de los privilegios, en una tarea que se ejerce aún hoy de manera más sutil pero con la misma ó mayor efectividad.

Algunos de esos distinguidos con los favores de los cielos como Wolfowitz, Aznar, Bush, Sarkozy, Uribe y otros que piensan estar en esa lista exclusiva, no están muy dispuestos a creerse que las leyes están hechas incluso para ellos.

PAUL WOFOWIZT, EL JUDÍO ENVIADO POR DIOS A ADMINISTRAR LOS DINEROS DE FIELES E INFIELES.

Resulta un tanto divertido el sainete que en el seno del Banco Mundial el flamante Paul Wolfowitz ha presentado para un mundo de las finanzas entre sorprendido y sonriente. El regalo que preparó para su novia, empleada del BM, no salió como se esperaba. Dice el comité que estudió el caso: “rompió el código de ética al pedir un fuerte aumento salarial para su pareja y recomendamos una resolución en la que expresará su pérdida de confianza en él”. Por lo tanto los intolerantes miembros de la junta directiva del banco que no distinguen entre los mortales a los elegidos por Dios, “Wolfowitz será "invitado a dimitir voluntariamente".”
El dinero sólo pueden manejarlo los ricos a sus anchas. Que algunos pongan en medio asuntos tan prosaicos como las leyes, es casi una blasfemia. El amoroso Paul solo quería dar muestras de su gran cariño y esto no lo ha entendido esta junta directiva sin alma.
Esto le pasó al anterior alcalde de Madrid, Alvarez del Manzano que en una desmesurada muestra de amor hacia su esposa, ésta viajó y utilizó costosos hoteles por cuenta de los dineros del Estado.
No obstante, con el rabo entre las piernas porque el pecado es cobarde, “El consejo ejecutivo del banco quiere evitar una confrontación con el gobierno estadounidense y por eso no votó el despido de Wolfowitz, de acuerdo con el Washington Post. En vez de ello aprobó una resolución que retira su confianza al presidente de éste, con la cual espera que sea el propio Wolfowitz quien decida presentar su dimisión.”

Para los planes de PNAC una dimisión de Wolfowitz es un paso atrás y una blasfemia pues las leyes molestan el plan que Dios tiene para los comunes mortales y que solo pueden ser conocidos por sionistas y evangelistas. Contravenir esto debe ser visto como una afrenta a Dios. Hoy está sobre la mesa un nutrido juego de condiciones para que el desinteresado funcionario dimita, en otro ejercicio de la irracional soberbia de los que se creen dueños de este planeta, los que se creen herederos de los señores feudales. Al Banco Mundial le costará una enorme suma de dinero el haber despedido a un ladrón. Si eres dueño de una empresa y pillas con las manos dentro de la caja a quien haz puesto allí para que la cuide y maneje, luego tienes que premiarlo con mucho dinero.

Lo de vaciar las empresas es un trabajo muy apetecido por estos personajes. Para esto nada como las costumbres comerciales como las famosas “Stock Options” que es un robo disfrazado por medio del cual un gerente se marcha con una cantidad abultada con el compromiso de no trabajar para la competencia. Ese dinero por supuesto lo pagan los clientes de la empresa. Una nueva estirpe de delitos a la luz de la “modernidad” favorece la nueva economía, que ha de estafar de otras maneras. Preguntémonos si Wolfowitz no sabía que al aumentar el sueldo de su novia astronómicamente no sería descubierto. Posiblemente pensó que no sería descubierto, pero un individuo así debe tener muchos enemigos. Todo esto muestra que siempre se actúa pensando en la oscuridad que representa para el pueblo los acuerdos y trucos que lleva a cabo la casta de nuevos sacerdotes en entidades de representación mundial.
Aznar puso a sus amigos al frente de empresas recientemente privatizadas por él y cuando tuvieron que salir de ellas se llevaron enormes cantidades como “
Stock Options”. Ese mismo truco se sigue utilizando en otras empresas como el Banco Santander ó el BVBA en España, con triquiñuelas que son pagadas al final con el dinero de los clientes.

La técnica de vaciar ó sangrar controladamente a las empresas como los Massai de África desangran a su ganado, se ha utilizado con países y continentes enteros.
La actual diáspora de africanos es el resultado de siglos de saqueo indiscriminado por parte principalmente de Ingleses, franceses y belgas.
Un vaciamiento lucrativo ha sido el de Argentina, llevado a cabo con la ayuda de los mismos argentinos. Lo mismo en Colombia. Y el que no se pueda hacer con Venezuela porque Chávez es un hueso duro de roer, ha hecho montar en cólera a esos caballeros de industria y sesudos hombres de negocio que habían puesto sus ojos en el gas y el petróleo de ese país.
A Dios le tocará trabajar horas extras para salvar los intereses de sus hijos predilectos de Bruselas, Washington, París y Londres. No es de extrañar que se saque de la chistera una guerra que insufle beneficios financieros a la maltrecha industria de la guerra, una epidemia para remozar la industria farmacéutica, ó cualquier acto de Dios que sirva de tratamiento de choque para los bulímicos bolsillos de sus elegidos.

SARKOZY EL CATÓLICO

El
muy católico Sarcozy ha mostrado ya su vena integrista, lo que le permite a muchos confiar en sus trucos

Muy poco tarda el nuevo presidente francés en mostrar sus colmillos sedientos de oro. Pero él no ha sido el único. En España el humilde Aznar se ha dejado tratar muy bien por los ricos hombres de negocios españoles. Con muchas reticencias, ambos, Aznar y Sarkosy han permitido unos desinteresados homenajes por parte del capital. Esto va muy de acuerdo con
lo que se espera de un tradicional miembro de la iglesia católica.
Encuentro un artículo en Internet que dice:
“…Sarkozy emula a Aznar: El nuevo presidente francés comienza exhibiendo lujo y desenfreno
El recién electo presidente Nicolás Sarkozy, que pretende serlo de todos los franceses –incluyendo a los socialistas, trotskistas y demás militantes de izquierda que no le votaron- decidió finalmente festejar su victoria electoral con un lujosísimo retiro: pasó tres días con su familia en el yate de su poderoso amigo, el multimillonario empresario Vicent Bolloré, en aguas cercanas a Malta.”
Continúa el artículo: “Lujosas coincidencias. Esta concesión que Sarkozy se ha otorgado tras su victoria coincide con otros regalos que presidentes como el ex jefe del Ejecutivo español, José María Aznar, se concedieron nada más acceder a la presidencia. Fue en el verano del 96, con un Aznar victorioso en las elecciones generales, cuando pasó de ocupar un discreto apartamento en Oropesa del Mar a pasar las vacaciones en una lujosa villa del mismo municipio, que ocupaba la primera línea de playa.
La única manera de tapar este desaguisado es con Dios de por medio. “Todo poder legítimamente viene de Dios” nos decían con insistencia en el colegio. Mis profesores fueron los Hermanos Cristianos de San Juan Bautista de la Salle. Todos Españoles, creían que el gobierno de Franco era especialmente proveniente de Dios, porque fue una cruzada contra los enemigos de la Fe.
El caso de España no era sino la prueba de la veracidad de esa sentencia. Ni siquiera era la excepción que confirmaba la regla, sino la muestra más clara de las bendiciones del cielo a favor de ese golpe de estado contra la nefasta republica votada por “un pueblo ignorante de las consecuencias de su voto”

Tal benevolencia de Dios para con las dictaduras es también muy visible en las democracias como la española. Continúa el artículo diciendo: “El retiro del presidente español levantó no pocas críticas por entonces: el diario El País informó durante aquel verano que el alcalde del municipio, del PP, se había apresurado a realizar una serie de obras para acondicionar la zona, a fin de que el flamante presidente tuviera menos dificultades de acceso; todo un dispositivo policial y de escoltas fue desplegado con el fin de proteger la seguridad del mandatario... La imagen de “hombre con hábitos normales” que Aznar había querido mostrar para ser elegido presidente contrastaba con los lujos que se permitía nada más conquistado el poder.”
La perfecta sintonía de los jefes del gobierno con el todopoderoso, permiten incluso que algunas tareas reservadas al altísimo puedan ser ejercidas directamente por los píos jefes de gobierno. Termina el artículo con estas palabras: “Los lectores recordarán el resto de la historia en la versión española. Aznar favoreció a sus amigos en los puestos de dirección de las principales empresas privatizadas o a punto de serlo, y fue ganando influencia hasta conseguir la mayoría absoluta en 2000. Fue a partir de entonces cuando su arrogancia comenzó a crecer exponencialmente y, aupado al podio de Bush y Blair, inició su carrera hacia la conquista del mundo, con el recuerdo de España como “unidad de destino en lo universal” –uno de los ideales de su juventud-.” Son palabras que parecen pronunciadas por el mismo Franco, “caudillo de España por la gracia de Dios”.

Este sentimiento ha de ser transladado a la población, de la misma manera que los hombres actuales las prefieren rubias porque a eso los acostumbró la sociedad “civilizada”. Un esquimal ó un indio amazónico vería irresistible a una mujer gorda y detestable la imagen de una esquelética modelo rubia.

JUAN MAESE CONTAMINA COMO LO HACE LA SANTA MADRE IGLESIA

Estos días en España un tribunal ha condenado a un anestesiólogo a casi 2000 años de prisión por haber contaminado a decenas de personas con hepatitis C, que causa un cáncer de hígado (cirrosis) y la muerte. El buen doctor, adicto a los opiáceos se inyectaba él, portador de la infección, y con la misma aguja inyectaba a sus pacientes. Una investigación dio con el asesino, pero con toda seguridad éste no esperaba que las autoridades se dieran cuenta. La soberbia de quien se siente elegido por los dioses no les permite ver la realidad. Algún periodista se preguntaba por qué no inyectaba a sus pacientes primero y luego se inyectaba él. Parece que tenía claro que su desgracia la tenía que sufrir el resto de la humanidad.
Esta soberbia es propia de los sacerdotes pederastas, quienes no esperaban verse ante los tribunales. Wolfowitz no esperaba ser expulsado del banco. Aznar no creía que sus veleidades imperialistas lo mostrarían como una Mónica Lewinsky con bigotes acariciando al presidente Bush.

Al pobre Sarkosy le ha tocado bailar con la más fea, y ya no puede ser tan descarado como el Wolfowitz, Aznar y otros comandantes. Así que es el momento de tirar del otro juego de trucos, el de toda la vida, el que ha logrado crear y destruir imperios, aquel juego de trucos que ha logrado borrar sus propias sangrientas huellas: la religión. Y nunca mejor que un noble húngaro para esta interesante tarea. Comenzó diciendo que se preocuparía de la Francia que madruga. Quien poco compartiría manteles con basureros franceses, sí cena con vinos incomprables en los más caros restaurantes parisinos. Pagado con dineros de sus amigos ricos. Sin salir un solo céntimo de las arcas del Estado. Ya habrá tiempo para que Dios pague tan desprendidos actos de agradecimiento por parte de desinteresados hombres de negocios. Esta es la “libertad” que tanto defienden los neoliberales como Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy. Es la libertad que el Estado intervencionista de Zapatero pone en peligro según la FAES de Aznar. Es la “libertad” de los poderosos, esa “libertad” para poder vaciar las arcas de los estados, para poder negociar con la información privilegiada con la que Dios premia a los bueno hombres de negocios. Aquella “libertad” que los socialistas quieren despilfarrar con proyectos sociales, pudiendo invertirlo en obras faraónicas que den dinero a los empresarios que “arriesgan” su capital.

A continuación varios escritos encontrados en Internet que servirán para que los lectores vean en qué clave se hace política por parte de los políticos conservadores. En otro post mostraré cómo, a manera de ejemplo, el Partido Popular Español quiere ser reconvertido en una imperceptible asociación para delinquir como con un relativo éxito Uribe en Colombia lo ha hecho con una federación de partidos en perfecta sintonía con los grupos paramilitares de extrema derecha, narcotraficantes y mafiosos que han bebido de las fuentes de la más desarrolladas mafias italianas.



LAS COSAS DE SAM HARRIS

Religión y política, mezcla explosiva


Cristina de la Torre





sábado, 12 de mayo de 2007

Una explosiva aleación parece cocinarse en Colombia, capaz de aniquilar lo que queda de democracia. Mezcla de fanatismo religioso y derecha política alentada cada vez más abiertamente desde el poder, su mayor peligro está en el caldo que la recibe: la naturalidad con que amplios sectores de opinión contemplan extremos de violencia e intolerancia que evocan momentos aciagos de la historia. En las democracias, el verdadero preámbulo a un régimen de fuerza es la predisposición de la opinión a aceptar la arbitrariedad, la injusticia, el horror. Sin ella, nada podría la caprichosa voluntad del príncipe, siempre interesado en guardar apariencias de libertad y sindéresis. Y hábil, en nuestro caso, para tocar fibras de religiosidad silvestre elevando a mística la política de seguridad.

Registremos síntomas. El paramilitar Francisco Villalba describe cómo aprendió a descuartizar con personas vivas y declara que “no es bueno dedicarse a picar gente por mucho tiempo”. Lo bueno sería, tal vez, la economía de espacio y trabajo cuando a cavar fosas tocaban. Y la eficiencia para sacrificar víctimas —decenas de miles— como en genocidios técnicamente perpetrados en otros lares.

Cientos de fosas comunes se abren con sigilo para arrojar restos a los ríos. Se informa que Mancuso hizo desenterrar a un líder indígena para botarlo al Sinú. A renglón seguido, que el líder de las Auc “condiciona” la entrega de bienes a que no se juzgue a sus lugartenientes. Mientras tanto, políticos amigos de paramilitares siguen proclamándose uribistas y el Presidente, en lugar de sacudírselos cuando se los denuncia, condena y persigue al denunciante. Desconceptúa a la oposición que pone el dedo en aquella llaga repulsiva; y confiesa, como un triunfo de la virilidad, que su gobierno espía a la oposición. Pero, oh sorpresa, al punto sabemos que la popularidad del Presidente no baja del 80%.

Algo hay aquí de teflón, algo de manipulación mediática. Pero otro tanto de reacción contra guerrillas que perdieron hace rato su razón de ser y cayeron en el vértigo de la guerra sucia. ¿Quién responde por las 119 víctimas inocentes que murieron en la iglesia de Bojayá a manos de las Farc? Muchos colombianos ven pasar también, como alelados, el quinto aniversario de esta masacre.

A la par que el Presidente subestima el compromiso de prosélitos suyos con hechos que repugnan al mundo civilizado, comparte las posiciones más conservadoras de la jerarquía católica y le permite violar los fueros del poder civil. Como si la Constitución no prohibiera —¡por fin!— imponer la educación religiosa, la ministra de esa cartera reconoce que, tras prolongada discusión, fue “forzada” por los obispos a reglamentar la clase de religión en los colegios. Alarmante involución a la constitución decimonónica de Núñez, santo de la devoción del presidente Uribe.

Pero ya desde principios de su gobierno había instado él a la juventud a dejar el “gustico” para después; así como la Iglesia recomienda a sus fieles la abstinencia y califica de descarada la campaña de la Alcaldía para fomentar el uso del condón en los colegios. Elocuente desliz en su propensión a invadir la vida y la moral privadas. “No se puede hacer en pleno siglo XXI lo que hacía Hitler hace 60 años”, apuntaría el senador Helí Rojas. Olvidó mencionar la apelación a los vocablos “Dios” y “Patria”, tan socorridos en regímenes que funden en uno solo el poder de la Iglesia y el del Estado, las teocracias.

Peligrosa mezcla de religión y política. En Europa se anhelaba el fascismo, un autoritarismo de orientación religiosa, antes de que se inventara aquel término. Ese sentimiento ha vuelto a surgir. Con Bush se abrió paso en Estados Unidos la alianza entre neoconservadurismo y la derecha cristiana. Un clima fascista que derivó en guerra santa. ¿Estaremos los colombianos en peligro de padecer idéntica experiencia?

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Sam Harris, sobre el diálogo religioso
Publicado el Miércoles, 15 de Noviembre de 2006
Ya habíamos avisado sobre la irrupción en el debate público de los “nuevos ateos” -aunque la “novedad” se remonte en realidad al siglo XVIII, como apuntaba hace poco Mario Bunge.

Sam Harris es uno de los que ha planteado con más claridad la clase de turbulentos malentendidos a los que puede conducirnos el así llamado “diálogo interreligioso”. La única salida viable al estado perdido (en “aporía”) de la humanidad religiosa radicaría en el ejercicio de la razón basada en el derecho natural, en la ciencia común a todos los pueblos. Pero, ¿puede realmente ésta ciencia común y esta civilización basada en la ciencia fundamentar una nueva sociedad política, o bien deberíamos reconocer los límites del naturalismo?

Fué Jean Jacques Rousseau quien planteó no sólo el ya clásico tema de la peligrosidad social del ateísmo, sino el mucho más genérico de la peligrosidad política de la ciencia. Ciencia y Política serían incompatibles, en la medida en que la verdad universal podría terminar socavando las mentiras (políticas) locales (Ibn Hazm de Córdoba ya distinguió, por cierto, entre las ciencias comunes y las ciencias particulares de cada pueblo). La ciencia política, en cierta visión neoconservadora, terminaría siendo el arte de hacer olvidar la naturaleza.

La propuesta de los “nuevos ateos” discurre exactamente en el sentido inverso.



Sam Harris

La fé no curará a un mundo dividido

La mayoría de los cristianos creen que Jesús era el Hijo de Dios y, por tanto, divino; los musulmanes, sin embargo, creen que Jesus no era divino y que cualquiera que piense otra cosa sufrirá los tormentos del infierno (Koran 5:71-75; 19:30-38). Estas diferencias de opinión nos ofrecen tanto espacio para el compromiso como el canto de una moneda.

Si puede encuentrarse un suelo común para el diálogo interreligioso, solo se encontrará en la gente que está dispuesta a mantener sus ojos apartados del abismo que divide su fe de la de los demás. Ya es hora de que comencemos a preguntarnos si semejante estrategia de amabilidad y negación curará alguna vez las divisiones de nuestro mundo.

El verdadero diálogo requiere voluntad para modificar las propias creencias a través de la conversación. Tal apertura a la crítica y la investigación es la misma antítesis del dogmatismo. Merece la pena observar que la religión es el área de nuestras vidas donde el fe en el dogma; esto es, creer sin evidencia suficiente, se considera una virtud. La ciencia es, de hecho, el único dominio en el que cada persona puede conseguir un gran prsetigio por probar que estaba equivocado. En la ciencia, la honestidad lo es todo. En religión, la fé lo es todo. Así de irritante resulta la comparación.

Allí donde los seres humanos realizan un esfuerzo honesto para alcanzar la verdad, trascienden confiadamente los accidentes de su nacimiento y su upbringing (crianza). Por supuesto, sería absurdo hablar de “Física cristiana” o de “Algebra musulmana”. Y no hay algo así como una ciencia Iraquí o Japonesa en cuanto distinta de la americana. La gente razonable realmente tiene un monopolio de la verdad. Y aunque no estén inmediatamente deacuerdo en todo, un suelo común los rodea por todas partes. Consecuentemente, no existen impedimientos significativos dentro del discurso científico: no siempre es bello, pero la conversación continúa sin apelaciones a la fuerza o deferencia hacia el dogma. Hay dogmas científicos, por supuesto, pero donde quiera que se encuentren, han sido clavados con golpes de martillo. En la ciencia, es un pecado cardinal pretender conocer todo lo que no conoces. Pero tal pretensión es la misma esencia de la fe religiosa.

No es un accidente que el discurso científico haya producido una extraordinaria convergencia de opinión y unos resultados considerables. ¿Qué ha producido el diálogo interreligioso? Las reuniones entre representantes de las mayores religiones del mundo producen poco más que banales llamamientos a la paz y la voluntad de ignorar aquello en lo que los participantes creen con más fuerza – que la otra parte de la conversación probablemente pasará la eternidad en el infierno por sus equivocaciones a cerca de Dios. La diferencia entre el discurso científico y religioso nos debería decir algo sobre donde situar nuestras esperanzas para un mundo no dividido.

Esta traducción es informal. El artículo original puede leerse en On Faith.


BilbaoPundit

14 The End of Faith de Sam Harris
27 de Diciembre, 2006 · 4 comentarios

El título del libro -el final de la fe- no se refiere a algo que vaya a pasar. No sólo no parece que la presencia de la fe en el mundo se esté reduciendo, sino más bien todo lo contrario. Se trata de un deseo por parte del autor. O más bien, de una necesidad. Desde su punto de vista, si queremos sobrevivir, haremos bien en librarnos de la fe lo antes posible. El subtítulo ya dice: “Religion, terror, and the future of reason”.

La fe de la que habla en el libro es casi siempre religiosa, pero no exclusivamente. Básicamente, se refiere a cualquier creencia cuya pertinencia en el debate se admite sin tener que justificarla, es más, sin que exista ni la más mínima prueba para apoyarla. Sam Harris identifica la raíz del problema con aceptar como válidas creencias que nadie ha demostrado. Por tanto, le valen también como casos de fe los excesos de la Rusia comunista, o la de cualquier ideología que siga unos presupuestos sin demostrar.

Aún así, la fe es casi siempre religiosa, y el libro invierte bastante tiempo en detallar los crímenes cometidos en nombre de esta o aquella religión. De hecho, considera que las mismas ideas religiosas son incompatibles con el respeto a la dignidad y la vida humanas, que la creencia en un ser superior que rige el mundo es peligrosa.

Podría pensarse que está hablando única y exclusivamente de los extremismos religiosos, pero sería un error. The End of Faith apunta por igual a cualquiera con fe, por moderada que pueda ser la posición sostenida. Según Sam Harris, en cuanto admites poder invocar causas sin demostrar poco importa si eres moderado o radical. Argumenta incluso que la existencia de creyentes moderados sostiene y justifica a los creyentes más radicales.

Como ven, el libro es sobre todo controvertido. Y probablemente ofenda no sólo a cualquier creyente, sino incluso a muchos ateos.

Pero lo más curioso del libro, desde mi punto de vista, es una distinción que hace en su último capítulo, “Experiments in consciousness”, entre misticismo y religión:

Mysticism is a rational enterprise. Religion is not. The mystic has recognized something about the nature of consciousness prior to though, and this recognition is susceptible to rational discussion. The mystic has reasons for what he believes, and these reasons are empirical.

Ese último capítulo trata sobre la consciencia humana y su lugar en el mundo. Defiende una visión de la consciencia como un proceso, proceso que puede sufrir muchas transformaciones, algunas de las cuales pueden ser definidas místicas. Pero va más allá, y afirma que eso puede estudiarse racional y científicamente, y que por tanto la mística y la meditación son actividades que trascienden lo religioso. Por tanto, muestras muchas simpatías por las filosofías orientales -como el budismo- porque son muy compatibles con nuestra comprensión moderna de la consciencia. Claro está, meditación y misticismos en este contexto son términos que se refieren a algo que le pasa a la persona, sin ninguna connotación sobrenatural.

¿Se sorprenderán si les digo que ese último capítulo también puso en pie de guerra a muchos ateos?

#40 Letter to a Christian Nation de Sam Harris
El río de la consciencia
Harry Potter y la orden del fénix, el comentario
La ilusión de la consciencia
The mind doesn’t work that way
4 respuestas por ahora ?
1 Gilbertus // 27 de Dic, 2006 a las 3:07 am

El último párrafo, sin dejar de tener un fondo de verdad, parece obviar que las filosofías-religiones de Oriente funcionan en términos generales como religiones organizadas, con todo lo malo que conllevan: teocracias (véase por ejemplo el artículo “El mito del Tíbet”, de Michael parenti, que desmitifica el budismo tibetano), corrupción y componendas con el poder (véase por ejemplo “El arte japonés de la guerra” de Thomas Cleary, sobre las cíclicas degeneraciones del budismo organizado en Japón), y supersticiones y fantasías innumerables en las versiones más popularizadas de dichas religiones, hasta el punto de que hablar de “consciencia” en estos casos parece un mal chiste (por ejemplo, en el “Tao te king” versionado y comentado por Úrsula K. Le Guin se mencionan las diferencias entre la filosofía taoísta primitiva y la religión con el mismo nombre que se monta unos siglos después). No es de extrañar, por tanto, que muchos ateos se enojen con afirmaciones que necesariamente hay que tomar “cum grano salis”.
2 Pippa // 27 de Dic, 2006 a las 3:15 am

El término misticismo y mística suele entenderse de forma muy limitada y tiene tantas connotaciones religiosas, cristianas o lo que sea, tipo “comunión con dios” y demás que es dificil no escuharlo con prejuicios. Pero cualquiera que haya “jugado” a alterar su consciencia de alguna forma puede entender a qué se refiere.
3 El de los ajos // 27 de Dic, 2006 a las 5:20 am

Lo malo es que se hable tan poco de los psiquedelicos, cuando la gran base del misticismo radica ahí: en sustancias químicas, tanto endógenas (DMT en la glándula pineal) como exógenas (si no tiene nada de raro comer plantas para sobrevivir, ¿lo tiene usarlas para expandir la consciencia?

un saludo
4 Gilbertus // 28 de Dic, 2006 a las 2:40 am

Hay libros que condensan lo mejor de la filosofía oriental. Personalmente me gustan la versión del “Tao te king” de Ursula K. Leguin, el “Chuang Zi” traducido por Iñaki Preciado, la recopilación de dichos de maestros chan titulada “La esencia del zen” por Thomas Cleary, y como aplicación práctica, el “Tao del Jeet Kune Do”, de Bruce Lee.

SOBRE SAM HARRIS, EL FINAL DE LA FE
Entre la razón y la fe
Martes 13 de diciembre, en La 2 a las 01:00
Creer en algo sin tener pruebas de ello es obsoleto y peligroso, y sin embargo se hace a diario. Eduard Punset entrevista a Sam Harris, autor del libro “The End of Faith” en el que analiza el cerebro humano en busca de la creencia y la incredulidad.
El martes 13 de diciembre, en La 2 a las 01:00, la emisión de REDES llevará por titulo “Creer para ver (y hacer)”, en la que el programa un tema tan controvertido como las relaciones entre la razón y la fe.

LA CURIOSIDAD

Una característica compartida por todos los animales es la curiosidad. Y los humanos no son una excepción. Tienden a buscar respuestas a todo lo que pasa a su alrededor. A veces las dudas que asaltan tienen una explicación evidente y no suponen ningún misterio, pero otras desconciertan. Y en estos casos se prefiere tener una explicación vacía de contenido a no tener explicación.

Creer en algo sin tener pruebas de ello es obsoleto y peligroso, y sin embargo se hace a diario. Los humanos son crédulos por naturaleza y por eso llegan a creer en cosas como que hacer los exámenes siempre con el mismo bolígrafo o con una misma prenda de vestir nos traerá suerte. Y esto es así porque las creencias se apoderan de la mente hasta tal punto que definen la visión del mundo, los deseos, miedos, expectativas… en definitiva, la conducta. Ya lo dice el lenguaje popular: la fe mueve montañas…

CREENCIA E INCREDULIDAD

En esta ocasión REDES aborda un tema controvertido; la razón contra la fe, sea o no religiosa. Para ello, cuenta con el testimonio de Sam Harris, autor del libro “The End of Faith” en el que, combinando neurociencia y filosofía, analiza el cerebro humano en busca de la creencia y la incredulidad y propone un mecanismo neuronal que sirve para todas las creencias, independientemente de su contenido. Contrario a la fe porque, afirma, ha sido motivo de división de los grupos humanos a lo largo de la historia y cada vez tiene mayor poder destructivo, durante su visita explicará ésta y otras de sus ideas, algunas polémicas.

A lo largo del programa se hará también una aproximación a la fe, sus implicaciones, la condición humana… a través de la última película del cineasta David Cronenberg.

REDES es la revista de divulgación científica de TVE, dirigida y presentada por Eduard Punset.

Creer para ver

Sam Harris

Las investigaciones sobre la fe y la credulidad han llevado a Sam Harris a escanear el cerebro humano. En su libro “The end of faith”, que dará mucho que hablar, emprende una complicada combinación de disciplinas: neurociencia y filosofía. Su objetivo es analizar el cerebro a la búsqueda de la creencia y la incredulidad y propone un mecanismo neuronal que sirve para todas las creencias, independientemente de su contenido. Una manera de aproximarse al cerebro, a las ideas erróneas que siguen difundiéndose en la sociedad: una nueva vuelta de tuerca en lo que es verdad. Y un nuevo enemigo: la fe - sea o no religiosa.

Eduard Punset:

Es cierto, es verdad, que cuando alguien por ejemplo critica alguna teoría nueva en el campo de la física o la química…. la comunidad científica dice: «vale, muy bien, ¡es una buena idea!» o bien «es una mala idea»… ¿sabes? Hablan sobre ello con normalidad. Pero si llega alguien y de repente niega la existencia de Dios, no pasa lo mismo en absoluto. ¡La reacción es muy distinta! ¿Por qué?

Sam Harris:
Pues, como explico en mi libro, hoy en día impera una tremenda doble moral, que me parece bastante peligrosa: y es que no nos cuestionamos nuestras creencias religiosas del mismo modo que nos cuestionamos cualquier otro sistema de creencias. ¿Cuándo fue la última vez que se le pidió a alguien que «respetara» las creencias de otra persona sobre la física, la historia o la biología? Básicamente no respetamos las creencias de los demás, ¡lo que nos convence son los motivos que aportan para sus creencias!

Eduard Punset:
Las pruebas…

Sam Harris:
Sí, los argumentos…

Eduard Punset:
…los experimentos y argumentos…

Sam Harris:
…y las pruebas, sí. Así que si yo viniera a tu programa y dijera: «el holocausto nunca sucedió», inmediatamente lo pondrías en tela de juicio y me pedirías que te diera buenos motivos para respaldar esa creencia. Es más, me tratarías como a alguien del que mejor no fiarse, ciertamente en asuntos referentes a la historia europea.
Pero, en asuntos de fe, nos hemos convencido de que puede decirse cualquier cosa sobre la estructura del universo, sobre lo que pasa después de la muerte, o sobre las exigencias morales que impone sobre las personas una entidad invisible, Dios… y no se trata de algo que la gente comente los domingos, ¡sino de algo que impulsa a los senadores de EEUU a perfilar las políticas de un modo u otro en el Senado!

Eduard Punset:
De hecho estáis estudiando la estructura neuronal que hace que tengamos o no tengamos creencias. Porque es tan extraño que debe de haber algo biológico, alguna estructura específica de conexiones neuronales para creer en la religión, para creer... en lo que decías.

Sam Harris:
Bueno, de hecho, para creer en cualquier cosa. ¿Sabes? En mi opinión (aunque todavía hay que demostrarlo en el terreno cerebral, y estoy haciendo investigaciones neurocientíficas para probarlo), mi hipótesis es que las creencias religiosas son como las creencias normales, se produce un cuello de botella en algún lugar del cerebro, el lugar donde juzgamos si una proposición es verdadera o falsa... con independencia de su contenido, con independencia del tipo de procesamiento necesario para saber si es verdadera o falsa. Si te planteara una proposición matemática y te preguntara si es verdadera, y luego te planteara una afirmación histórica y te preguntara si es verdadera, lo juzgarías y... para ello utilizarías distintas regiones de procesamiento en el cerebro, pero de algún modo el juicio sobre la verdad, la aceptación de ello como una representación del mundo, convergen. Así que eso me interesa, porque parece que es una respuesta muy emocional. Nos gusta en cierto modo cómo nos sentimos cuando determinamos que algo es verdadero, y lo rechazamos cuando lo juzgamos como falso.
Así que creo que este mecanismo depende de procesos más fundamentales del cerebro relacionados con la recompensa.

Eduard Punset:
¡Como la religión!

Sam Harris:
Sí… ¿Sabes? Si digo algo… una afirmación que a todas luces te parece falsa…

Eduard Punset:


Sam Harris:
Esto te despertará ciertos sentimientos. Es decir…

Eduard Punset:
Hay una emoción…

Sam Harris:
Sí… bueno, no es una emoción como la tristeza o el enojo, donde realmente somos conscientes de sentir algo concreto, pero tenemos esta reacción, y es como una especie de detección de errores: continuamente controlamos nuestro discurso y el de los demás, y las afirmaciones sobre el mundo, en búsqueda de problemas. Y cuando no encontramos problemas, lo aceptamos y continuamos, seguimos... hasta que de repente algo nos parece falso y lo analizamos críticamente.
Pero, en la mayoría de países, y casi siempre, se educa a los niños para que acepten las proposiciones religiosas sin cuestionárselas.

Eduard Punset:
¡Es cierto!

Sam Harris:
Y sin embargo, ¡incluso los fundamentalistas religiosos son rigurosamente lógicos y quieren pruebas fehacientes en todos los demás ámbitos de sus vidas! ¡Si le dices a un fundamentalista cristiano que su mujer le engaña, querrá pruebas de ello! No querrá que le digas que lo has escuchado en un sueño o…

Eduard Punset:
¡Querrá pruebas!

Sam Harris:
Sí, ¡querrá pruebas! Pero, no obstante, le dices que un libro fue escrito por el creador del universo, y que si llama a este creador por el nombre equivocado arderá para siempre en el infierno, ¡y lo acepta! Lo acepta con pocas pruebas o con pruebas muy, muy malas.

Bloque 2

Eduard Punset:
Así que lo que les dices a, pongamos, los intelectuales que son amables, no tienen fe, pero son amables con la religión, y dicen: «bueno, la religión está bien, hace que la gente se sienta mejor», tú les dices que esto es incorrecto. Es incorrecto porque estamos olvidando que en la raíz de las injusticias y la violencia se halla la religión.» ¿Es esto cierto?

Sam Harris:
Sí, pero una de las cosas que argumento es que los intelectuales, tanto si son ateos como moderados religiosos, están en una mala posición para apreciar que la gente realmente cree en estas cosas. ¿Sabes? El moderado religioso, olvidémonos ahora de la gente laica, el moderado religioso…

Eduard Punset:


Sam Harris:
Cuando ve a un yihadista que mira a la cámara y dice: «nosotros amamos la muerte más de lo que los infieles aman la vida» y luego se vuela por los aires, como ha sucedido en tu país, luego en Inglaterra, y evidentemente en Estados Unidos, los laicos, o los moderados, no pueden creer que la persona está siendo honesta con lo que piensa, y los intelectuales tienden a buscar otros motivos para este comportamiento, motivos económicos, motivos políticos…

Eduard Punset:
Es cierto…

Sam Harris:
Pero aquí tenemos el caso de arquitectos e ingenieros, que no han vivido una opresión política, de clase media o superior, ¡que estrellan aviones contra edificios! ¿Sabes? Si buscábamos una prueba de que el problema no era la falta de educación…

Eduard Punset:
¡he aquí la prueba!

Sam Harris:
…o la falta de oportunidades económicas, sólo hay que mirar las biografías de los 19 secuestradores, todos habían tenido educación universitaria, algunos tenían doctorados, todos pertenecían a la clase media, muchos habían estudiado en occidente y... la realidad de nuestras circunstancias es mucho más siniestra de lo que piensa la mayoría de la gente, es posible creer que irás al paraíso y tendrás 72 vírgenes si mueres en las circunstancias adecuadas. Y sin embargo tener educación y oportunidades económicas, ambas cosas a la vez... la mente humana se divide con facilidad, nuestro discurso está socavado, nuestro discurso está tan... dividido por esta doble moral que mencionabas, que las creencias religiosas, incluso durante el proceso de convertirse en un científico, las creencias religiosas no se cuestionan. ¡Y no se critican!
Y es por eso por lo que en mi libro… lo llamo El fin de la fe, porque creo que esto es fundamental: tenemos que cuestionarnos este dogma de la fe, la idea de que las creencias pueden santificarse por algo que no sean pruebas y argumentos, algo que no aceptaríamos en ningún otro ámbito de nuestra vida, pero que aceptamos...

Eduard Punset:
aceptamos…

Sam Harris:
…¡en la religión! Y no queda confinado a la religión, sino que repercute también en la política social y los conflictos entre sociedades… y lo hace inevitablemente, ¡porque la gente que cree en ello realmente cree que estas representaciones del mundo son correctas! ¿Sabes? Es totalmente racional estrellar un avión contra un edificio si crees que irás al paraíso, y que tu familia irá allí también por este motivo. ¡Es totalmente racional hacerlo! ¡No se trata de locos, sino de gente guiada, de un modo bastante racional, por (diría yo) creencias totalmente disparatadas! Pero...

Eduard Punset:
Bueno, bueno, bueno… al final esto conduce a un terrible conflicto entre la fe y la razón en la actualidad. Y esto te lleva a una postura bastante pesimista… Sostienes —esta es la sensación que tengo tras leer lo que escribes— afirmas que ya hemos tolerado esta situación demasiado tiempo... hemos afrontado o hemos convivido con ideas tontas, así que, al final, puede que sea demasiado tarde y que el futuro de las especies descarrile... Pero mi pregunta es... ¿por qué es tan peligroso?

Sam Harris:
No soy muy optimista... tampoco pretendo pronosticar la desaparición de las especies, pero es que no veo la voluntad por parte de la gente inteligente, incluso los ateos, que no creen en estas cosas... no veo la voluntad, la voluntad necesaria, para criticar estas ideas como sería necesario.

Eduard Punset:
Como querríamos.

Sam Harris:
Tenemos… estamos en una situación en la que la gente más poderosa del mundo.... por ejemplo mi presidente, George Bush, sube al estrado y menciona una y otra vez a Dios, y me parece que nadie reacciona ante lo extraño de esta situación. Es decir, nos deberíamos sentir como si subiera al estrado y dijera: «Zeus apoya al pueblo de Estados Unidos en nuestra lucha contra el terrorismo». Deberíamos darnos cuenta de que está hablando exactamente en estos términos, de la vacuidad de lo que dice, pero sin embargo estas creencias motivan a la gente de verdad. No se trata sólo de ideas reconfortantes. Cuando digo que el 44% de estadounidenses cree que Jesús volverá… ¡es que el 44% de estadounidenses verdaderamente parece creérselo! ¡Y es mucha, mucha gente!

Eduard Punset:
Sí…

Sam Harris:
No sólo gente que vota, ¡también gente que sale elegida y gente que toma decisiones sobre adónde mandar tropas!

Bloque 3

Eduard Punset:
Pese a todo, dices: «oye, cuando hablo de no admirar este tipo de pensamientos, que son tan nocivos, hablo de una intolerancia en la conversación. No hablo de gulags o… cosas así contra esta gente» ¿Qué quieres decir? ¿Que debemos continuar, bueno más bien empezar un diálogo con ellos?

Sam Harris:
Mencionabas los gulags... cuando uno empieza a hablar tan mal de la fe religiosa, la gente rápidamente cita el ejemplo del estalinismo o el comunismo o el nazismo o el Khmer Rouge (“Jamer Rush”), y lo mencionan como ejemplos de lo que sucede cuando se intenta reprimir la religión, o cuando los ateos llegan al poder. ¡Y esto no es verdad! Auschwitz no fue fruto del ateísmo, fue el resultado de otra ideología, una ideología política, que era tan absolutamente irracional como la mayoría de ideologías religiosas. Que de hecho era básicamente… ¡el estalinismo y el nazismo eran básicamente religiones políticas!
Lo que digo es que nunca ha habido una sociedad que se haya visto perjudicada por ser demasiado razonable. ¿Sabes? Estoy abierto a las pruebas en sentido contrario, tal vez haya un ejemplo de una sociedad en la que la vida de la gente se haya degradado cuando todo el mundo se volvió demasiado razonable y empezó a pensar con claridad sobre lo que sucedía, todos fueron demasiado honestos intelectualmente. ¡Pero ciertamente no se me ocurre ninguna! ¡Y claramente ni el estalinismo ni el Tercer Reich constituyen ejemplos de esto! Lo que propugno es simplemente que apliquemos las leyes discursivas que aplicamos sin esfuerzo a cualquier otro ámbito…

Eduard Punset:
…a la física, la química, etc.

Sam Harris:
¡O simplemente a las transacciones diarias!

Eduard Punset:
Las transacciones diarias

Sam Harris:
¿Sabes? Como la compraventa de casas... Valoramos la sinceridad, valoramos que la confianza de alguien se corresponda con las pruebas de las que dispone... a las personas que están totalmente seguras de cosas para las que no hay pruebas, en cualquier otro ámbito de su vida…

Eduard Punset:
…las apartamos

Sam Harris:
Las discriminamos rápidamente, nadie les pide que formen parte de la Junta Directiva, nadie... les llama para pedirles consejo sobre asuntos importantes... esto pasa en medicina, pasa en el sector inmobiliario... pero con la religión, con la religión, que impregna la política, nos regimos por criterios totalmente distintos.

Eduard Punset:
Sam, y lo fascinante es que, después de todo esto que dices, después de esta argumentación, afirmas: «¿por qué no miramos al misticismo oriental?». Me gustaría que lo comentaras. ¿Por qué? ¿Qué tiene el misticismo oriental que lo diferencie de las religiones occidentales, pensando en el futuro?

Sam Harris:
Bueno, realmente, la diferencia, en muchos casos, estriba en la proporción. No es que no pueda encontrarse en el misticismo occidental o en las tradiciones contemplativas occidentales, pero hay mucho más rigor, mucha más riqueza metodológica y teórica en Oriente, y los motivos históricos de esto creo que están relacionados con la dependencia, el énfasis en la fe, que encontramos en los monoteísmos occidentales. Mientras que lo que encontramos en el misticismo oriental, especialmente en el budismo, es una metodología muy rigurosa para la introspección. Encontramos una tradición de 2000-2500 años en la que la gente utiliza métodos de meditación que pueden practicarse sin necesidad de presuposiciones descabelladas; es decir, realmente puedes aprender a meditar y observar sus efectos sin creer en nada que tenga pocas pruebas. Los hechos demuestran que esto es así. No es tan fácil rezarle a Jesús sin creer en algo que no se puede demostrar. Pero en cambio puedes aprender a meditar en el sentido budista sin la necesidad de creer,
Claro que también hay mucha superstición y palabrería, también hay mucha vacuidad, mucha religión sobre eso. En cierta medida la sabiduría de la gente como el Buda ha quedado atrapada en el budismo, atrapada en otras tradiciones orientales en torno a las cuales ha crecido una religión... pero lo que afirmo en mi libro es que los científicos occidentales deberían interesarse en esta variedad de experiencias que los místicos y otros contemplativos han descrito, y deberían separarlo de toda la terminología religiosa y explorar simplemente la esfera de la experiencia humana de modo científico. Y hacerlo de un modo personal, es decir, haciendo la práctica ellos mismos, y también de un modo experimental y de funcionamiento, como ya se está haciendo. ¿Sabes? Se lleva a monjes a un laboratorio y se explora su cerebro…

Eduard Punset:


Sam Harris:
Pero además estamos organizando un retiro espiritual para el próximo enero, en el que participarán científicos, un centenar de científicos harán una semana de meditación en silencio, y esto es algo que posiblemente se haga por primera vez. Tendremos a cien neurocientíficos y científicos cognitivos en un contexto de retiro espiritual, les enseñaremos a meditar, estarán durante una semana meditando en silencio, practicando de 12 a 18 horas diarias en silencio, ¡y luego tendrán que hablar sobre la relevancia de esto para su estudio de la mente humana! ¡Tal vez descubran que no es relevante! Pero merece la pena, por lo menos, analizarlo...

Bloque 4
Eduard Punset:
¿Y desde la perspectiva de la neurología? Es decir, tal vez obtengamos algo de la meditación, del misticismo oriental, tal vez obtengamos alguna pista de cómo funciona todo esto. Pero mirando al futuro, ¿hay algún nuevo desarrollo? Habéis hecho muchas exploraciones, por ejemplo, gammagrafías cerebrales… ¿hay algo nuevo que pueda hacernos decir: «¡no seamos tan pesimistas como Sam Harris ahora mismo!» ¿o no hay demasiado por lo que alegrarse todavía?

Sam Harris:
Bueno, me parece que la relevancia de la neurociencia en todo esto es, como mucho, marginal, en cuanto a cambiar verdaderamente el discurso político y cambiar las relaciones entre sociedades. Es decir, los neurocientíficos no son las primeras personas a las que se acude para solventar las divisiones del planeta entre el mundo musulmán y el Occidente cristiano...
Pero, en última instancia, creo que hay un punto de contacto, porque lo que queremos es entender la felicidad humana. Es decir, todos estamos buscando la felicidad. La diferencia entre la felicidad y el sufrimiento está realmente en pleno centro de las preocupaciones de todos, y constituye el centro de nuestras preocupaciones a la hora de hablar sobre cómo podemos organizar mejor nuestra sociedad. Y, en la medida en la que entendamos la felicidad humana en el ámbito del cerebro, creo que seremos capaces de afirmar cosas muy rigurosas, incontestables, finalmente, sobre cómo deben vivir las personas y qué deben creer, y cómo utilizar su atención… Es decir, algo que afirmo en mi libro es que la ética realmente... no debe analizarse como el arte, una esfera de la invención humana... la ética, creo yo, es un terreno... mucho más parecido a la física: un terreno de descubrimiento, en el que descubriremos las leyes psicofísicas que subyacen en la felicidad humana. Y descubriremos que no todos los sistemas políticos, no todos los comportamientos humanos, son adecuados éticamente para…

Eduard Punset:
La felicidad

Sam Harris:
Y alguien tendrá que ganar la discusión, ¿sabes? Tanto si es de aquí a 10 años como de aquí a un siglo, nos estamos convirtiendo en una civilización global, ¡y alguien tendrá que ganar la discusión sobre cómo es mejor vivir!

Bloque Extra
Sam Harris:
La situación es que, tomemos mi país, los Estados Unidos, por un momento, literalmente el 44% de los estadounidenses creen que Jesús volverá a la Tierra, bajará literalmente de las nubes como un superhéroe para salvar el mundo, en algún momento de su vida, en algún momento en los próximos 50 años. El 22% de los estadounidenses afirman estar seguros de que esto es verdad; y otro 22% cree que posiblemente sea verdad. En los próximos 50 años.

Nuevo libro advierte del peligro de la fe llevada a la política
Una obra polémica que caricaturiza las diferentes creencias religiosas

La fe puede justificarlo todo, por lo que debe permanecer lejos de la política. Este argumento se desprende del último libro publicado por el filósofo Sam Harris, y que arrasa en las listas de ventas de Estados Unidos. Harris advierte en él del peligro que existe en la relación entre religión y violencia, y afirma que la fe influye demasiado en la vida pública estadounidense. Para Harris, la política no puede someterse jamás a las creencias religiosas que, aunque irracionales, no suelen ser cuestionadas. Se asumen sin más y, por tanto, deben mantenerse al margen de la política porque pueden justificar cualquier acción. Para Harris, la religión está fragmentando la sociedad humana a nivel global, y éste es un peligro que podría acabar con todo lo que hemos construido. Por Yaiza Martínez.

Sam Harris), autor de los bestsellers estadounidenses, The End of Faith y Letter to a Christian Nation, es un filósofo licenciado por la Universidad de Standford y especializado en tradiciones religiosas orientales y occidentales, que en la actualidad trabaja en el campo de la neurociencia para desentrañar los mecanismos cerebrales de las creencias.

Su lucha social se ha centrado en los últimos años en advertir acerca del peligro que supone la religión en las sociedades modernas, el riesgo que implica que creencias irracionales –no demostrables- se usen para tomar decisiones políticas.

Desde este punto de vista, su útlimo libro, Letter to a Christian Nation, ofrece con argumentos racionales una refutación de las creencias que forman el núcleo del cristianismo fundamentalista, trata de temas actuales como el diseño inteligente o la investigación con células madre o la peligrosa relación entre religión y violencia. Asimismo, advierte de la influencia que la fe ejerce en la vida pública de Estados Unidos.

Dentro de la obra, en una “Nota a los lectores”, Harris señala que el 44% de la población norteamericana está convencida de que Jesús va a volver en algún momento de los próximos 50 años para juzgar a los vivos y a los muertos, y que ése será el fin de los tiempos. Con semejante número de personas con creencias tan apocalípticas, se pregunta Harris, ¿cómo podrán estos creyentes ayudar a crear un futuro perdurable para todos?

Si algunos de los miembros del gobierno estadounidense realmente tiene fe en esta profecía, el riesgo aumenta: la política no debería bajo ningún pretexto estar sometida a las creencias religiosas, sino que debería mantenerse al margen de éstas. Los fundamentalismos ya no son ninguna broma ni una simple opción a mantener en la privacidad: Harris trata de dar cuenta de la peligrosidad que implican al pasar al terreno de las decisiones políticas, y pide que los intelectuales no se mantengan al margen de la crítica a la religión como fuente de daños públicos, sino que utilicen sus conocimientos para concienciar a la población.

De los primeros en las listas

Letter to a Christian Nation está en los primeros puestos de las listas de ventas de libros en Estados Unidos, acompañando con sus ideas a las de otros famosos y contestatarios ateos, como Richard Dawkins, que ven que este país viola los derechos humanos en nombre de Dios.

Por eso, Harris señala que ésta es una cuestión urgente. Hijo de una madre judía y un padre cuáquero, el autor afirma que la fe en Dios, en cualquier Dios, es irracional como mínimo y, en el peor de los casos, puede resultar devastadora para la sociedad humana.

Este segundo libro que ha escrito es una respuesta a las cartas que recibió como consecuencia de la publicación de The End of Faith, en las que los cristianos le reprochaban que no creyese en Dios. Para él, la religión nos está fragmentándonos a nivel global.

La polarización religiosa forma parte de muchos de los conflictos mundiales, incluyendo los de Israel e Irán. Sin embargo, esto nunca se discute, declaró Harris para la agencia Reuters, ya que poca gente llama a las cosas por su nombre.

Renunciar a la fe

Harris no tiene nada en contra de las iglesias ni las sinagogas, ni contra las celebraciones religiosas. Sin embargo, como otros intelectuales ateos de Estados Unidos, piensa que se debe reaccionar contra la relación entre la religión y la política. Las actuaciones de la administración Bush, el fracaso de la separación entre Iglesia y Estado, y el conflicto aparentemente interminable con Oriente Medio, están haciendo que la opinión pública estadounidense se sienta realmente molesta.

Para Harris, la solución pasa porque renunciemos a la fe, si queremos que la violencia religiosa no acabe con nuestra civilización. Con este argumento radical afronta una problemática que, según él, está originada por una irracionalidad que justifica cualquier cosa.

Harris señala que Occidente se asombra por las barbaridades que pueden llegar a hacer los islamistas radicales y permanece impávido ante el daño que originan nuestros propios mitos religiosos, cuando ambos comportamientos vienen igualmente dirigidos por un la fe en un Dios imaginario.

Harris teme los efectos de esta fe sobre el mundo, lo que le ha llevado incluso a estudiar el cerebro humano, con la intención de combinar la neurociencia y la filosofía para intentar comprender qué nos hace mantener nuestras creencias o ser incrédulos.

Creencias y política

En una entrevista realizada por Eduardo Punset a Sam Harris para el programa de televisión española Redes a finales del año pasado, Harris señaló que las creencias religiosas nunca son cuestionadas del mismo modo que otros tipos de creencias, nadie exige motivos fundamentados para validar cualquier tipo de fe.

Harris se alarma de que la fe en Dios llegue a impulsar a los senadores de Estados Unidos con respecto a las políticas a aplicar.

En la mayoría de los países, señaló en dicha entrevista, se educa a los niños para que acepten las proposiciones religiosas sin cuestionarlas. Eso hace que estemos dispuestos a cuestionarnos cualquier creencia – incluso los fundamentalistas religiosos son extremadamente lógicos en otras áreas de sus vidas- menos las religiosas. Y de ahí viene el peligro, porque éstas pueden justificarlo todo.

De la misma manera que un terrorista suicida cree que inmolándose irá directo al paraíso tras su muerte, uno acepta que se conquisten países en los que morirán miles de inocentes porque “Dios está de nuestro lado”. Ambas ideas, igual de irracionales y basadas en creencias dogmáticas, tienen resultados igualmente nefastos para la humanidad.

Es decir, que la fe no queda confinada sólo al campo de la religión, sino que actualmente repercute en la política social y en los conflictos interculturales, porque la gente que cree en ello realmente piensa que sus interpretaciones del mundo son totalmente correctas.

Amplias críticas

La obra de Harris ha sido ampliamente criticada, especialmente por personalidades creyentes. Se le acusa de caricaturizar las diferentes religiones, desde el Islam al Judaísmo y el Cristianismo, de las que destaca únicamente sus aspectos negativos, sin valorar las aportaciones socialmente constructivas de las creencias religiosas. También se ha destacado su intransigencia hacia la fe, potencialmente capaz de generar tanto daño como los fanatismos religiosos.

Por otra parte, Harris ignora además la inmensa aportación crítica que, especialmente dentro del cristianismo, se está haciendo para frenar el auge de los fundamentalismos, conectando religión con ciencia y cultura moderna. Hoy en día religión no debe identificarse sólo con "fundamentalismo", aunque en ocasiones, quizá demasiadas, sea correcto hacerlo.

martes 31 Octubre 2006
Yaiza Martínez
Artículo leído 2378 veces

Manifiesto Ateísta de Sam Harris
Material de Autor
Página 1 de 4
Nota del Editor: En una época en que la religión fundamentalista ejerce una influencia sin precedentes en los niveles más elevados del gobierno de los Estados Unidos, y en que el terror de origen religioso domina el escenario mundial, Sam Harris argumenta que la tolerancia \"progresista\" hacia la irracionalidad basada en la fe es una amenaza tan grande como la religión misma. Harris, graduado en filosofía por la Universidad de Stanford, ha estudiado las religiones orientales y occidentales, y ha obtenido el premio Pen Award 2004 de no ficción por The End of Faith, una obra que examina y pulveriza implacablemente los absurdos de la religión organizada. Truthdig.com pidió a Harris que escribiera un documento para explicar su tesis de que la creencia en Dios, así como el intento de aplacar a los religiosos extremistas de todas las creencias por parte de los moderados, ha sido y sigue siendo la mayor amenaza para la paz mundial y un asalto continuado a la razón. En algún lugar del mundo un hombre ha secuestrado a una niña. Pronto la violará, la torturará y la asesinará. Si una atrocidad de esta clase no ocurre precisamente en este momento, ocurrirá en unas horas, o a lo sumo en unos días. Tal es el grado de confianza que podemos extraer de las leyes estadísticas que gobiernan las vidas de 6 mil millones de seres humanos. La misma estadística sugiere también que los padres de estas niñas creen en este mismo instante que un Dios omnipotente e infinitamente bondadoso cuida de ellos y de su familia. ¿Tienen alguna razón para creer esto? Es más, ¿está bien que lo crean?

La respuesta a ambas preguntas es muy clara: NO.

Todo el ateísmo está contenido en la anterior respuesta. El ateísmo no es una filosofía; no es ni siquiera una opinión sobre el mundo; es simplemente el rechazo a negar lo evidente. Por desgracia, vivimos en un mundo en el que, por principio, lo evidente se pasa por alto. Lo evidente debe ser observado, vuelto a observar y defendido. Se trata de un trabajo ingrato. Lleva consigo una aureola de petulancia e insensibilidad. Además es un trabajo que el ateo no necesita.

Es preciso señalar que nadie necesita identificarse como un no-astrólogo o un no-alquimista. Por consiguiente, no tenemos ningún nombre para definir a las personas que niegan la validez de estas pseudo-disciplinas. De la misma forma, el ateísmo es un término que ni siquiera debería existir. El ateísmo no es más que la protesta manifestada por la gente razonable en presencia del dogma religioso. El ateo es simplemente una persona que cree que los 260 millones de americanos (el 87 % de la población) que afirman no dudar jamás de la existencia de Dios son los que están obligados a presentar pruebas de su existencia y, ciertamente, de su benevolencia, considerando la destrucción implacable de seres humanos inocentes de la que somos testigos a diario en el mundo. Sólo el ateo aprecia lo misteriosa que es nuestra presente situación: la mayor parte de los seres humanos creen en un Dios que, en todos los aspectos, es tan fantástico como los dioses del Olimpo; ninguna persona, independientemente de sus méritos y capacidades, puede acceder a un cargo público en los Estados Unidos si no afirma estar totalmente convencida de que ese Dios existe; y una gran parte de la política pública de nuestro país responde a tabúes religiosos y a supersticiones propias de una teocracia medieval. Nuestra circunstancia es abyecta, indefendible y aterradora. Podría incluso resultar graciosa si lo que estuviera en juego no fuera tan importante.

Vivimos en un mundo donde todas las cosas, buenas y malas, finalmente resultan destruidas por el cambio. Los padres pierden a sus hijos y los hijos a sus padres. Los maridos y las esposas se separan en un instante, para no reencontrarse jamás. Los amigos se apartan unos de otros con celeridad, sin saber que no volverán a verse. Esta vida, cuando se inspecciona con un amplio vistazo, presenta poco más que un enorme espectáculo de pérdidas. La mayoría de la gente de este mundo, sin embargo, se imagina que existe una cura para todo lo anterior. Si vivimos correctamente --no necesariamente de manera ética, sino dentro del marco de ciertas creencias antiguas y de comportamientos estereotipados-- conseguiremos todo lo que queramos después de morir. Cuando finalmente nuestros cuerpos nos fallen, tan sólo nos desharemos de nuestro lastre corpóreo para viajar a una tierra donde nos reuniremos con todas las personas a las que amábamos cuando vivíamos. Por supuesto, la gente demasiado racional y demás chusma serán excluidas de ese lugar feliz, y los que hayan suspendido su incredulidad mientras vivían será libres de disfrutar de dicho lugar para toda la eternidad.

Vivimos en un mundo lleno de sorpresas inimaginables --desde la energía de fusión que hace que el sol brille, hasta las consecuencias genéticas y evolutivas de esta danza luminosa sobre la Tierra a lo largo de los eones-- y, a pesar de todo, el Paraíso se conforma a nuestros intereses más superficiales con la misma comodidad que un crucero por el Caribe. Lo anterior resulta extraordinariamente curioso. Si uno no supiera nada del asunto, pensaría que el hombre, en su temor a perder todo aquello que le gusta, había creado el Cielo, con su Dios de portero, a su propia imagen y semejanza.

Consideremos la destrucción que el Huracán Katrina trajo sobre Nueva Orleans. Más de mil personas murieron, decenas de miles perdieron todos sus bienes terrenales, y casi un millón fueron desplazadas. Es casi seguro que prácticamente toda persona que vivía en Nueva Orleans en el momento de la tragedia del Katrina creía en un Dios omnipotente, omnisciente y compasivo. ¿Pero qué hacía Dios mientras un huracán arrasaba su ciudad? Seguramente oyó los rezos de los ancianos y las mujeres que huían de la crecida de las aguas buscando la seguridad de sus azoteas, sólo para ahogarse lentamente en éstas. Eran personas de fe. Eran hombres y mujeres buenos que habían rezado durante toda su vida. Sólo el ateo tiene el coraje de admitir lo evidente: esta pobre gente murió hablando con un amigo imaginario.

Desde luego, hubo claros signos de que una tormenta de dimensiones bíblicas golpearía a Nueva Orleans, y la respuesta humana al consiguiente desastre fue trágicamente inepta. Pero fue inepta sólo a la luz de la ciencia. Los signos del avance del Katrina fueron extraídos de la Naturaleza muda a través de cálculos meteorológicos y de imágenes vía satélite. Dios no habló a nadie de sus proyectos. Si los residentes de Nueva Orleans se hubieran contentado con confiar en la caridad del Señor, no se hubieran enterado de que un huracán asesino se abatía sobre ellos hasta sentir en sus caras las primeras ráfagas de viento. Sin embargo, una encuesta realizada por el Washington Post reveló que el 80 % de los sobrevivientes del Katrina afirmaban que el acontecimiento había reforzado su fe en Dios.
Mientras el Huracán Katrina devoraba Nueva Orleans, casi mil peregrinos chiítas eran pisoteados hasta morir en un puente de Irak. No hay duda de que estos peregrinos creían vigorosamente en el Dios del Corán: sus vidas estaban organizadas en torno al hecho indiscutible de su existencia; sus mujeres caminaban veladas delante de él; sus hombres se mataban entre sí con regularidad por interpretaciones rivales de su palabra. Sería notable que un solo superviviente de esta tragedia perdiera su fe. Es más probable que los supervivientes se imaginen que ellos fueron salvados por la gracia de Dios.

Sólo el ateo reconoce el narcisismo y el autoengaño ilimitados de quien se cree \"salvado por Dios\". Sólo el ateo comprende lo moralmente rechazable que es el hecho de que los supervivientes de una catástrofe se crean salvados por el amor de Dios, mientras este mismo Dios ha ahogado a niños en sus cunas. Puesto que el ateo se niega a disfrazar la realidad del sufrimiento del mundo con una empalagosa fantasía de vida eterna, el ateo siente en sus carnes lo preciosa que es la vida ---y qué terrible desgracia es realmente que millones de seres humanos sufran el más terrible menoscabo de su felicidad por ninguna razón en absoluto.

Es inevitable preguntarse cuán enorme y gratuita debe ser una catástrofe para que sacuda la fe del mundo. El Holocausto nazi no lo hizo. Tampoco el genocidio de Ruanda, aunque hubiera sacerdotes armados con machetes entre los autores. Quinientos millones de personas murieron de viruela en el siglo XX, muchos de ellos niños. Los caminos de Dios son ciertamente inescrutables. Parece que cualquier hecho, no importa lo desgraciado que sea, puede ser compatible con la fe religiosa. En los asuntos de la fe, hemos perdido cualquier tipo de contacto con la realidad.

Desde luego, las personas de fe afirman regularmente que Dios no es responsable del sufrimiento humano. ¿Pero de qué otro modo podemos entender la afirmación de que Dios es a la vez omnisciente y omnipotente? No hay ningún otro modo de entender el asunto, y es hora de que los seres humanos cuerdos lo asuman. Se trata del problema histórico de la teodicea, que deberíamos considerar ya resuelto. Si Dios existe, no puede hacer nada para detener las más terribles calamidades o no se preocupa por hacerlo. Dios, por lo tanto, es impotente o malvado. Los lectores piadosos realizarán ahora la siguiente pirueta: Dios no puede ser juzgado por las simples normas humanas de moralidad. Pero, desde luego, las normas humanas de moralidad son precisamente las que los fieles emplean en primer lugar para establecer la bondad de Dios. Y cualquier Dios que se preocupe por algo tan trivial como el matrimonio gay, o el nombre por el que los fieles se dirigen a él durante el rezo, no es tan inescrutable como parece. Si existiera, el Dios de Abrahám sería bastante despreciable: no sólo sería indigno de la inmensidad de la creación, sino que sería indigno hasta del propio ser humano.

Hay otra posibilidad, desde luego, y es a la vez la más razonable y la menos odiosa: el Dios bíblico es una ficción. Como ha observado Richard Dawkins, todos somos ateos en lo que concierne a Zeus y Thor. Sólo el ateo ha comprendido que el dios bíblico no es en absoluto diferente de Zeus o de Thor. Por consiguiente, sólo el ateo es lo bastante compasivo para considerar la profundidad del sufrimiento humano en toda su abrumadora realidad. Es terrible que muramos y perdamos todo lo que nos gusta; es doblemente terrible que tantos seres humanos sufran innecesariamente mientras viven. Que gran parte de este sufrimiento pueda ser atribuido directamente a la religión --a los odios religiosos, las guerras religiosas, las ilusiones religiosas y las luchas religiosas por recursos escasos-- es lo que hace del ateísmo una necesidad moral e intelectual. Es una necesidad, sin embargo, que sitúa al ateo en los márgenes de la sociedad. El ateo, sólo por mantenerse en contacto con la realidad, aparece vergonzosamente alejado de la vida de fantasía propia de sus vecinos.





Manifiesto Ateísta de Sam Harris
Material de Autor
Página 1 de 4
Nota del Editor: En una época en que la religión fundamentalista ejerce una influencia sin precedentes en los niveles más elevados del gobierno de los Estados Unidos, y en que el terror de origen religioso domina el escenario mundial, Sam Harris argumenta que la tolerancia \"progresista\" hacia la irracionalidad basada en la fe es una amenaza tan grande como la religión misma. Harris, graduado en filosofía por la Universidad de Stanford, ha estudiado las religiones orientales y occidentales, y ha obtenido el premio Pen Award 2004 de no ficción por The End of Faith, una obra que examina y pulveriza implacablemente los absurdos de la religión organizada. Truthdig.com pidió a Harris que escribiera un documento para explicar su tesis de que la creencia en Dios, así como el intento de aplacar a los religiosos extremistas de todas las creencias por parte de los moderados, ha sido y sigue siendo la mayor amenaza para la paz mundial y un asalto continuado a la razón. En algún lugar del mundo un hombre ha secuestrado a una niña. Pronto la violará, la torturará y la asesinará. Si una atrocidad de esta clase no ocurre precisamente en este momento, ocurrirá en unas horas, o a lo sumo en unos días. Tal es el grado de confianza que podemos extraer de las leyes estadísticas que gobiernan las vidas de 6 mil millones de seres humanos. La misma estadística sugiere también que los padres de estas niñas creen en este mismo instante que un Dios omnipotente e infinitamente bondadoso cuida de ellos y de su familia. ¿Tienen alguna razón para creer esto? Es más, ¿está bien que lo crean?

La respuesta a ambas preguntas es muy clara: NO.

Todo el ateísmo está contenido en la anterior respuesta. El ateísmo no es una filosofía; no es ni siquiera una opinión sobre el mundo; es simplemente el rechazo a negar lo evidente. Por desgracia, vivimos en un mundo en el que, por principio, lo evidente se pasa por alto. Lo evidente debe ser observado, vuelto a observar y defendido. Se trata de un trabajo ingrato. Lleva consigo una aureola de petulancia e insensibilidad. Además es un trabajo que el ateo no necesita.

Es preciso señalar que nadie necesita identificarse como un no-astrólogo o un no-alquimista. Por consiguiente, no tenemos ningún nombre para definir a las personas que niegan la validez de estas pseudo-disciplinas. De la misma forma, el ateísmo es un término que ni siquiera debería existir. El ateísmo no es más que la protesta manifestada por la gente razonable en presencia del dogma religioso. El ateo es simplemente una persona que cree que los 260 millones de americanos (el 87 % de la población) que afirman no dudar jamás de la existencia de Dios son los que están obligados a presentar pruebas de su existencia y, ciertamente, de su benevolencia, considerando la destrucción implacable de seres humanos inocentes de la que somos testigos a diario en el mundo. Sólo el ateo aprecia lo misteriosa que es nuestra presente situación: la mayor parte de los seres humanos creen en un Dios que, en todos los aspectos, es tan fantástico como los dioses del Olimpo; ninguna persona, independientemente de sus méritos y capacidades, puede acceder a un cargo público en los Estados Unidos si no afirma estar totalmente convencida de que ese Dios existe; y una gran parte de la política pública de nuestro país responde a tabúes religiosos y a supersticiones propias de una teocracia medieval. Nuestra circunstancia es abyecta, indefendible y aterradora. Podría incluso resultar graciosa si lo que estuviera en juego no fuera tan importante.

Vivimos en un mundo donde todas las cosas, buenas y malas, finalmente resultan destruidas por el cambio. Los padres pierden a sus hijos y los hijos a sus padres. Los maridos y las esposas se separan en un instante, para no reencontrarse jamás. Los amigos se apartan unos de otros con celeridad, sin saber que no volverán a verse. Esta vida, cuando se inspecciona con un amplio vistazo, presenta poco más que un enorme espectáculo de pérdidas. La mayoría de la gente de este mundo, sin embargo, se imagina que existe una cura para todo lo anterior. Si vivimos correctamente --no necesariamente de manera ética, sino dentro del marco de ciertas creencias antiguas y de comportamientos estereotipados-- conseguiremos todo lo que queramos después de morir. Cuando finalmente nuestros cuerpos nos fallen, tan sólo nos desharemos de nuestro lastre corpóreo para viajar a una tierra donde nos reuniremos con todas las personas a las que amábamos cuando vivíamos. Por supuesto, la gente demasiado racional y demás chusma serán excluidas de ese lugar feliz, y los que hayan suspendido su incredulidad mientras vivían será libres de disfrutar de dicho lugar para toda la eternidad.

Vivimos en un mundo lleno de sorpresas inimaginables --desde la energía de fusión que hace que el sol brille, hasta las consecuencias genéticas y evolutivas de esta danza luminosa sobre la Tierra a lo largo de los eones-- y, a pesar de todo, el Paraíso se conforma a nuestros intereses más superficiales con la misma comodidad que un crucero por el Caribe. Lo anterior resulta extraordinariamente curioso. Si uno no supiera nada del asunto, pensaría que el hombre, en su temor a perder todo aquello que le gusta, había creado el Cielo, con su Dios de portero, a su propia imagen y semejanza.

Consideremos la destrucción que el Huracán Katrina trajo sobre Nueva Orleans. Más de mil personas murieron, decenas de miles perdieron todos sus bienes terrenales, y casi un millón fueron desplazadas. Es casi seguro que prácticamente toda persona que vivía en Nueva Orleans en el momento de la tragedia del Katrina creía en un Dios omnipotente, omnisciente y compasivo. ¿Pero qué hacía Dios mientras un huracán arrasaba su ciudad? Seguramente oyó los rezos de los ancianos y las mujeres que huían de la crecida de las aguas buscando la seguridad de sus azoteas, sólo para ahogarse lentamente en éstas. Eran personas de fe. Eran hombres y mujeres buenos que habían rezado durante toda su vida. Sólo el ateo tiene el coraje de admitir lo evidente: esta pobre gente murió hablando con un amigo imaginario.

Desde luego, hubo claros signos de que una tormenta de dimensiones bíblicas golpearía a Nueva Orleans, y la respuesta humana al consiguiente desastre fue trágicamente inepta. Pero fue inepta sólo a la luz de la ciencia. Los signos del avance del Katrina fueron extraídos de la Naturaleza muda a través de cálculos meteorológicos y de imágenes vía satélite. Dios no habló a nadie de sus proyectos. Si los residentes de Nueva Orleans se hubieran contentado con confiar en la caridad del Señor, no se hubieran enterado de que un huracán asesino se abatía sobre ellos hasta sentir en sus caras las primeras ráfagas de viento. Sin embargo, una encuesta realizada por el Washington Post reveló que el 80 % de los sobrevivientes del Katrina afirmaban que el acontecimiento había reforzado su fe en Dios.
Mientras el Huracán Katrina devoraba Nueva Orleans, casi mil peregrinos chiítas eran pisoteados hasta morir en un puente de Irak. No hay duda de que estos peregrinos creían vigorosamente en el Dios del Corán: sus vidas estaban organizadas en torno al hecho indiscutible de su existencia; sus mujeres caminaban veladas delante de él; sus hombres se mataban entre sí con regularidad por interpretaciones rivales de su palabra. Sería notable que un solo superviviente de esta tragedia perdiera su fe. Es más probable que los supervivientes se imaginen que ellos fueron salvados por la gracia de Dios.

Sólo el ateo reconoce el narcisismo y el autoengaño ilimitados de quien se cree \"salvado por Dios\". Sólo el ateo comprende lo moralmente rechazable que es el hecho de que los supervivientes de una catástrofe se crean salvados por el amor de Dios, mientras este mismo Dios ha ahogado a niños en sus cunas. Puesto que el ateo se niega a disfrazar la realidad del sufrimiento del mundo con una empalagosa fantasía de vida eterna, el ateo siente en sus carnes lo preciosa que es la vida ---y qué terrible desgracia es realmente que millones de seres humanos sufran el más terrible menoscabo de su felicidad por ninguna razón en absoluto.

Es inevitable preguntarse cuán enorme y gratuita debe ser una catástrofe para que sacuda la fe del mundo. El Holocausto nazi no lo hizo. Tampoco el genocidio de Ruanda, aunque hubiera sacerdotes armados con machetes entre los autores. Quinientos millones de personas murieron de viruela en el siglo XX, muchos de ellos niños. Los caminos de Dios son ciertamente inescrutables. Parece que cualquier hecho, no importa lo desgraciado que sea, puede ser compatible con la fe religiosa. En los asuntos de la fe, hemos perdido cualquier tipo de contacto con la realidad.

Desde luego, las personas de fe afirman regularmente que Dios no es responsable del sufrimiento humano. ¿Pero de qué otro modo podemos entender la afirmación de que Dios es a la vez omnisciente y omnipotente? No hay ningún otro modo de entender el asunto, y es hora de que los seres humanos cuerdos lo asuman. Se trata del problema histórico de la teodicea, que deberíamos considerar ya resuelto. Si Dios existe, no puede hacer nada para detener las más terribles calamidades o no se preocupa por hacerlo. Dios, por lo tanto, es impotente o malvado. Los lectores piadosos realizarán ahora la siguiente pirueta: Dios no puede ser juzgado por las simples normas humanas de moralidad. Pero, desde luego, las normas humanas de moralidad son precisamente las que los fieles emplean en primer lugar para establecer la bondad de Dios. Y cualquier Dios que se preocupe por algo tan trivial como el matrimonio gay, o el nombre por el que los fieles se dirigen a él durante el rezo, no es tan inescrutable como parece. Si existiera, el Dios de Abrahám sería bastante despreciable: no sólo sería indigno de la inmensidad de la creación, sino que sería indigno hasta del propio ser humano.

Hay otra posibilidad, desde luego, y es a la vez la más razonable y la menos odiosa: el Dios bíblico es una ficción. Como ha observado Richard Dawkins, todos somos ateos en lo que concierne a Zeus y Thor. Sólo el ateo ha comprendido que el dios bíblico no es en absoluto diferente de Zeus o de Thor. Por consiguiente, sólo el ateo es lo bastante compasivo para considerar la profundidad del sufrimiento humano en toda su abrumadora realidad. Es terrible que muramos y perdamos todo lo que nos gusta; es doblemente terrible que tantos seres humanos sufran innecesariamente mientras viven. Que gran parte de este sufrimiento pueda ser atribuido directamente a la religión --a los odios religiosos, las guerras religiosas, las ilusiones religiosas y las luchas religiosas por recursos escasos-- es lo que hace del ateísmo una necesidad moral e intelectual. Es una necesidad, sin embargo, que sitúa al ateo en los márgenes de la sociedad. El ateo, sólo por mantenerse en contacto con la realidad, aparece vergonzosamente alejado de la vida de fantasía propia de sus vecinos.

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