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domingo, septiembre 28

CRISIS SEGUN LA CLASE



CRISIS SEGÚN LA CLASE.

La actual crisis financiera internacional ha puesto de manifiesto varios asuntos que muestran el plan que se ha llevado a cabo en los últimos años en materia de manejo de masas financieras. Control de los caudales que se suponen públicos pero acuden en beneficio de los privados, cambiando algunas cosas para que todo siga igual como sugiere el autor de “El gatopardo”.

Algunos de esos asuntos pasaran inadvertidos por los historiadores actuales y por los interpretadores del futuro porque mucho de esos querrán ser cubiertos ó desenfocados interesadamente.


Algunos asuntos, no obstante no pueden pasar inadvertidos por lo manifiesto de sus resultados. Quizá el principal de ellos es el que tiene que ver con el concepto de la propiedad. Desde hace miles de años, la lucha por la tenencia de la tierra primero, del dinero después, y de los activos financieros finalmente, ha sido la actividad que necesitó del uso de las armas y la fuerza bruta en todo momento. Con el advenimiento de las leyes con los griegos y los romanos, se requería de una norma primordial, acatada por todos, según la cual hay familias con derechos divinos, desde las realezas europeas hasta las asiáticas. Uno de esos derechos es el ejercicio del poder.

Con esta norma debidamente acatada e inserta en la ley escrita, saltar a la propiedad por derecho divino es un acto de fácil ejecución, si esto es ayudado desde el ámbito seglar. Las iglesias cristianas, la sinagoga y de una manera más sutil, las autoridades religiosas orientales, desde el shintoismo hasta el budismo, pasando por las antiguas religiones mesopotámicas, han defendido la idea de que todo sistema político legal y legítimo tiene origen divino. La constancia del origen de la propiedad debe ser solo legal y no es exigido que además sea legítimo. De esta manera, las tierras arrebatadas a los negros en Africa, a los indígenas suramericanos tras el descubrimiento, a los palestinos en el medio oriente, a las colonias que los conquistadores fundaron en todo el mundo, no tienen un carácter delictivo. Es permitido por Dios.

Todo lo anterior, sumado a las políticas de la dirección del gasto de los dineros ya sean públicos ó privados, conforman un estado de cosas de tal manera que si el Estado otorga prioridad a los grandes propietarios y de las sociedades privadas, es un asunto que proviene de Dios, la más grande justificación económica.

Por todo esto, cuando decimos pomposamente, “dineros públicos”, en realidad estamos diciendo “dinero para ser ganado por la empresa privada”. Es la causa de que varios servicios públicos europeos son contratados por el Estado con la empresa privada.


La derecha política y mediática tratará de que ante todo dinero en ayudas directas al ciudadano, exista una contrapartida en dineros para la empresa privada. Es en realidad un acuerdo entre fuerzas políticas: Ya que existe la intervención del Estado, al menos que algo se entregue en forma de contratos con la empresa privada.

Hace poco tiempo, en 2004, el huracán Katrina golpeó la ciudad de Nueva Orleáns en Estados Unidos. La respuesta del Estado Fue inexistente y esquiva en casi todos los casos. Ahora, cuando la crisis financiera mundial amenaza con destruir gran parte del entramado económico, la presidencia norteamericana anuncia una “inyección” de proximadamente 7.000 millones de dólares.


No es extraño que el dinero público, el que supuestamente es de todos los ciudadanos, acuda raudo y veloz a salvar empresas millonarias con prioridad, y deje para segundas oportunidades el acudir a salvar las propiedades de los pobres ciudadanos de las riberas del Missisipi.

Cuando un grupo de ciudadanos toma el mando de una empresa industrial y comercial del estado en Colombia, España ó México, es el grupo político y sus mafias correspondientes quienes mandan en la empresa por muchos años, hasta que otra dinastía tome las riendas del negocio oficial, supuestamente público.

De alguna manera los nacionalismos en todo el mundo lo que han tratado de imponer es “esta tierra es nuestra por tradición”, “estas cosas han sido nuestras siempre…” hasta el imponente “la propiedad es un derecho solo ejercido por nosotros”. Para muchos no es posible entender como en Inglaterra solo se puede comprar por 25 años algunas tierras. En otros países en el pasado la Corona es la primera dueña de las tierras del reino.


Dice William Pfaff, en su libro “La ira de las naciones”, que los nacionalismos han sido la fuerza política más poderosa del siglo XX y quizá siga siéndolo en el XXI. La tendencia social de “hacer rancho aparte” lo vemos en los guetos de inmigrantes de las grandes ciudades americanas y europeas, en las etnias llamativas de la Europa las Américas, en los grupos religiosos cristianos, judíos y musulmanes, pero sobre todo en los grupos de clase económico-social afines. Los ricos de raza negra pueden tener cosas en común con los blancos de similar condición. Todos los pobres tienen tendencia a relacionarse mejor con gente de su clase. Los trabajadores suramericanos de escasa cultura que han emigrado en los últimos 10 años a Europa, se han relacionado con relativa facilidad con gente de idéntico ó similar condición social originaria del país. Con gitanos y habitantes de barrios marginales de los suburbios europeos, los inmigrantes, auténticos desplazados económicos, han establecido lazos de amistad y hasta familiares. También ha habido conatos de xenofobia, pero los organismos estatales han trabajado para limar asperezas.

Piedras en los zapatos.


Una molesta piedra en los zapatos de las clases acomodadas la constituyen los sindicatos. En los sitios que el enfrentamiento de clases es manifiesto como en Colombia, Chile y Argentina, los sindicatos son especialmente golpeados por fuerzas de la extrema derecha y en el caso de Colombia, la presidencia y los organismos de policía pasan información a grupos delincuenciales para que efectúen el castigo. Queda claro que las clases acomodadas han basado la defensa de su clase social en las mafias locales. En España, después de finalizada la guerra civil, grupos movilizados por la iglesia católica, la Falange, los Requetés, y el régimen militar ganador, manejaron los asuntos de la justicia a su antojo, de tal manera que la actuación delictiva del régimen de Franco aparentaba estar dentro de la ley y el orden. Embridando los sindicatos, juicios acomodados, amenazas, se estableció un terror legalizado por la “revolución nacional-sindicalista” auspiciado y jaleado por el integrismo religioso de extrema derecha.


Las propiedades, tierras y capitales que legítimamente pertenecían a familias de pensamiento laico y progresista, fueron arrebatados con amenazas y penas de muerte, en un terreno libre para la actuación sin cortapisas y con la ferocidad propia de las mafias del bando ganador. De las batallas entre hermanos, se pasó a la batalla entre los ideólogos de ambos bandos. Los Estados Unidos, que habían ayudado a pasar líderes nazis desde Alemania hasta su nueva tierra en América, salió en defensa de Franco con la excusa de la guerra fría. La aceptación del régimen de Franco por parte del mundo que había luchado contra el fascismo, fue una gran traición para todos aquellos que sufrieron en España los zarpazos del totalitarismo integrista nacional católico de Franco.


Cuando Juan Carlos de Borbón fue proclamado rey de España, se hizo en un clima político dominado por el miedo que tenían metido en el cuerpo de los españoles las mafias militares de extrema derecha que pusieron como condición para permitir la democracia, establecer una ley de punto final, de perdón y olvido como la de Menen en Argentina.


Esa ley, no escrita, estaba no obstante en la trastienda de una nueva constitución, la del 78, que no decía nada sobre las víctimas del régimen miliar de casi 40 años. Pasados casi 35 años de esa transición, vemos que no se hizo justicia. Pasaron los españoles con los ojos vendados por esa etapa. Muchas de las actuales familias poseedoras de tierras y capitales tiene sus armarios llenos de esqueletos.

Por eso es tan importante que en medio de la actual crisis, la actividad en defensa de los capitales privados no sea percibida como una trampa más al estilo de la que supuso la aceptación de Franco.

Bush determina que la salvación del mundo se logrará con esa “inyección” de miles de millones de dólares para salvar entidades privadas en dificultades creadas por la permisividad del mismo sistema capitalista que encuentra en la empresa privada la solución a todos los males. Hipócritamente, el señor Bush declara que no es amigo de la intervención estatal, pero como se trata de una situación especial y de emergencia, pone el dinero público para salvar la propiedad privada. Los ricos inversionistas ó la clase media que juega a capitalista con la inversión de algunos ahorros en acciones de las empresas en problemas. A veces se trata de los ahorros de toda una vida de quienes han puesto los huevos en la misma canasta.

Tímidamente los medios de información hablan de la apertura de expedientes a aquellas personas y entidades que permitieron y auspiciaron este terremoto financiero. Desde el caso Enron y la permisividad de Arthur Andersen y similares parecíamos curados de sustos. Aquello fue premonitorio. La actual crisis es peor que la de 1929. También entonces hubo precedentes premonitorios.

Todo esto empieza ahora. Castigar a quienes juegan con el dinero de otros no es nuevo, pero es la primera vez que la información masiva y global mostrará al ciudadano común para quién trabaja realmente el dinero, quienes son sus agentes y para quien trabajan.


El Katrina no sorprendió al gobierno norteamericano descuidado. Sencillamente es que tienen claro que el dinero es para el uso de los dueños del planeta.


Cuando en 1954 el noble holandés que creó el Club Bilderberg pensó igual que el emperador romano Julio César. El emperador tenía claro como la derecha actual, que hay dos tipos de ser humano y que uno de ellos debe dominar al otro. Los señores y los siervos, los nobles y los plebeyos, los ilustrados y los ignorantes, los fuertes y los débiles, los poseedores y los desposeídos. Solo las revoluciones han intentado cambiar este estado de cosas. Pero los técnicos en contrarrevoluciones y los filósofos del capitalismo las han desmontado sin que sea muy notorio. La revolución mexicana terminó en un partido domesticado por los de siempre. La revolución de los soviets fue ahogada en la sangre de los contradictores de José Stalin. Las independencias americanas del siglo XIX y las independencias asiáticas y africanas de mediados del siglo XX terminaron en regímenes despóticos. Eso se debió a que el ejercicio del poder exigía que la dirección del gasto de esos estados debía favorecer a las organizaciones de las clases altas, a los terratenientes, a las asociaciones de los tenedores de capitales, y no favorecer, en la medida de lo posible, a los ciudadanos comunes, los verdaderos detentadores de la legalidad. Se ha pervertido la realidad de tal modo que la actuación a favor de los ricos aparece como actuación a favor del país. Eso es lo que se buscará para “resolver” la actual crisis económica: salvar a los ricos financieros es salvar el mundo.

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