Olimpiadas que se acaban y aviones que se caen…
Ha sido intenso para mi este agosto de 2008… eclipses lunares y solares, personas que han dado conmigo por Internet después de 30 ó 40 años, noticias de la ciencia preocupantes y esperanzadoras, el bosón de Higss al fin a las puertas, mi computador principal estropeado por el intenso calor, el Qxpress que me muestra toda la brujería de la que es capaz, y para casi terminar este mes, un avión de Spanair se viene abajo y como sucede siempre que hay un accidente aéreo, comienza a cuestionarse la seguridad y los políticos a culparse entre ellos…
Pero por si no fuera suficiente para sorprender al suscrito, el Papa Benedicto XVI, “advierte” del posible retorno de Italia al fascismo del principio del siglo XX…
Dice el oportuno Benedicto XVI:
“Una de las conquistas mayores de la humanidad ha sido la superación del racismo. Lamentablemente y sin embargo, han resurgido nuevos y preocupantes ejemplos de este fenómeno en diversos países, frecuentemente relacionados a problemas sociales y económicos que, de ningún modo, pueden nunca justificar el desprecio o la discriminación racial”.
Cuando las tropas norteamericanas entraron en El Vaticano, el desorientado Pío XII, segundo Papa desde que se había firmado con Mussolini el concordato, pidió al general al mando de las tropas yankees que ningún soldado negro entrara a los templos…tal como John Cornwell cuenta en su libro “El Papa de Hitler”, el muy cauto cardenal Pacelli, con una insoportable tiara ceñida en su cráneo, dejó claro que no quería poner limites al color, pero que vería muy bien que los negros, acostumbrados a las violaciones, no pisaran suelo vaticano…de la misma manera que ese Papa decía muy ufano, que la cuestión judía era un asunto interno de Alemania, que la suerte de los judíos en Europa se la habían ganado los mismos judíos.
El asunto de las teocracias funciona muy eficientemente. Como todas las cosas del más allá, si Dios interviene, están garantizadas las utilidades. A la República Popular China, el partido comunista la ha puesto en el sitio que le corresponde: en la zona muerta del mito. Es supuestamente atea esa república pero se permiten todas las religiones. El catolicismo tiene su propia marca en China, y existe con independencia de El Vaticano.
Como una piedra en el zapato, la secta Falung Gong está perseguida en China pero no es una actitud gratuita del gobierno chino. También en Estados Unidos y en Europa se persiguen las llamadas sectas peligrosas, pero que si se persiguen en los países comunistas, el peligroso es el país y no la secta. La interesada propaganda anticomunista y los manejos y desinformaciones de la prensa de occidente, hacen ver que la secta Falug Gong es víctima de la persecución de unos chinos sedientos de sangre y que los “niños de Dios” y otras sectas cristianas que proliferan en Estados unidos y en Europa sí son debidamente perseguidas y condenados sus responsables. Si el gobierno chino persigue a Falung Gong es porque esta secta es tan peligrosa como cualquiera de esas sectas que se apoderan de las mentes de jóvenes norteamericanos, europeos ó suramericanos. En España hace muchos años se persigue con determinación de las autoridades, de la misma manera que se persigue a los narcotraficantes, y ahora, con la venida de tantos suramericanos, las sectas siguen actuando dentro del seno de esa “clientela” que huye del fanatismo católico y cae fácilmente en el fanatismo evangélico ó de otras agrupaciones que les adelgaza el bolsillo.
El asunto del Tibet es similar, pero en clave política. Es el asunto que mejor encaja para desestabilizar al gobierno chino y al partido comunista. Los medios occidentales defienden a una teocracia, encarnada por un Lama, menos integrista que los jefes cristianos, pero defensor de una independencia de china, no para crear una república más igualitaria, sino un Vaticano budista, una teocracia que no encaja en una república de campesinos y trabajadores. Aún así, tienen un régimen especial, una autonomía que los integristas cristianos no permitirían en sus países pero sí exigen a los chinos.
Se acaban las olimpiadas y eso añade melancolía al otoño. Quienes vivimos en España y hemos sido más caribeños en nuestras mezcladas costumbres, vivimos una época muy triste y muy feliz. Pero cuando es el final de unas olimpiadas, deja además un intenso sabor a derrota personal. Es una tontería, pero a veces uno se pregunta como ni siquiera se hizo el intento de competir de esa manera. Vienen entonces los reproches a las personas y a las instituciones.
El costo en tiempo, sacrificio personal y familiar para que un niño de dedique al deporte de alta competición es además de muy grande, inasumible para muchas familias de clase media. Habrá seguramente algún caso que nos enseñe un espíritu único y un afán de superación envidiable.
Pero sumando y restando, lo que queda claro es que se deben dar muchas condiciones especiales para que un niño, además de mostrar talento personal, pueda estar en el grupo muy especial de competidores olímpicos.
China, con 1.500 millones de habitantes, y un sistema político que permite la competencia en franca lid de su gente, ha alcanzado las mayores cotas de triunfos que un país pueda permitirse, además que hoy es el país anfitrión. En Atenas y en Sydney también dejó muy alto el pabellón Rojo.
Pero si hacemos un análisis de las condiciones sociales de los deportistas suramericanos, queda muy claro que los juegos olímpicos son cosa de ricos. Incluso entre los mismos países llamados ricos, sus participantes pertenecen a una clase social afortunada.
Quizá sucede lo mismo en Korea del norte, Cuba ó China Popular, pero el asunto es que el enfoque de estos juegos es similar al enfoque del mercado. Se trata de cuenta de resultados y no de servicio a los colectivos humanos. El resultado es que se forma un grupo especial de superhombres, pertenecientes a grupos humanos afortunados. No es necesariamente así en todos los casos, pero es la maldita tendencia.
Deng Xiao Ping, sucesor de Mao y artífice de la exitosa apertura económica, estará feliz de que incluso su gente esté clasificada entre exitosos capitalistas y pueblo llano. Pero los que vivimos la delincuencia de las sustancias dopantes todos los años, no nos podemos rasgar las vestiduras si un piloto decide que es mejor arriesgar un posible accidente con tal que la cuenta de resultados de la compañía aérea sigan en constante ascenso. Deng Xiao Ping ya no vive, pero el testigo ha sido recogido con nuevos bríos. Ya Carlos Marx no tiene velas en este entierro.
Quienes además hemos trabajado para casas clasificadoras de buques, vemos la tendencia de no hacer los mantenimientos correctivos y predictivos. Siempre hay una razón para pasar por alto las normas. Aunque en su gran mayoría los tripulantes de un buque se ciñen a las normas, desde arriba viene siempre órdenes contradictorias que obligan a las tripulaciones “a dejarse de tonterías” y gastar menos dinero en mantenimiento.
Los aviones no se caen. Los tumba el neoliberalismo, la mala suerte, o ambas cosas…
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