Esto de internet es una enfermedad, es una panacea, es un vicio, es un problema, es una solución o es lo que uno quiera. Pero ante todo es un gran banco de contenidos. Desde que lo tengo, hace casi 20 años, he aprendido muchas cosas. Y desde que disfruto de las redes sociales he hecho amistades que de otra manera sería al menos muy difícil. Pero desde el siglo XIX hacemos una vida muy similar a la actual. Con los cambios tecnológicos hemos variado en costumbres pero en esencia hacemos lo mismo. Poco a poco esa esencia se va difuminando y en las postrimerías del siglo XXI sí nuestra vida como especie variará ostensiblemente.
Dice el escritor Antonio Muñoz Molina que cada vez está más convencido de que sin una cultura científica no hay ciudadanía democrática. Por esta razón existen corrientes muy definidas de pensamiento que intentan frenar la cultura científica. O de que sus efectos beneficiosos no alteren su mensaje político y filosófico.
Pone el escritor Muñoz como ejemplo al científico Richard Feynman y cita estas palabras que dice relee siempre que va a juzgar algo pues aclaran mucho el paisaje: “La ciencia es una manera de enseñar cómo algo llega a saberse; qué es lo que no se sabe; en qué medida las cosas se saben, puesto que nada puede saberse de manera absoluta; cómo manejar la duda y la incertidumbre; cómo pensar a cerca de las cosas de modo que puedan formarse juicios; cómo distinguir la verdad del fraude, la verdad del espectáculo.”
En la red social FaceBook andan una cantidad de mensajes cortos, en cuadros muy sugestivos que puede ser una forma fácil de que la verdad se vuelva un espectáculo. Y ese bombardeo en los mails de mensajes a veces crípticos con el programa Power Point casi siempre de origen religioso, ya es muy preocupante.
Cita también a Voltaire: “Una vez que se hace creer a la gente en cosas absurdas, es fácil inducirlas a cometer hechos terribles”. La guerra civil española y la segunda guerra mundial que vino a continuación se produjeron después de que la gente en su casi totalidad creyese en cosas absurdas. Franco elevó a verdad política indiscutible la existencia de un “contubernio masón-marxista-judío” que amenazaba la integridad de España. Por su parte Hitler quiso introducir otra ciencia, el odio a las razas que llamó “inferiores” y la maldad que encerraba el sionismo.
Tanto en Colombia como en España, se ha entronizado una forma de ver la historia y la política de esta manera, en forma de conspiración. Si hacemos caso a Voltaire, si estos países ya creen en cosas absurdas, están listos para para hacer cosas terribles.
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