He visto por la TDT, una vez más, la película “El Padrino”,
la segunda parte. He visto a Italia y a Cuba, y la novela de Mario Puzo deja
ver claramente la delincuencia y la
putrefacción de las relaciones entre la mafia y la dictadura de Fulgencio
Batista. Pero no solo las garras de una mafia representada por el vástago de
don Vito Correones, sino la presencia de la gran empresa norteamericana
sirviéndose de las relaciones privilegiadas con el régimen de Batista. Y la ya
trepidante revolución en ciernes de Fidel Castro.
El día de año nuevo de 1959, día que Batista huye de La
Habana con destino primero a Santo Domingo y luego a la España de Francisco
Franco que siempre dio refugio a criminales nazis y a todos los dictadores
suramericanos que perdían el poder en sus países como Perón, Rojas Pinilla y otros.
Michael Corleone, el hijo pequeño de Don Vito, universitario, y elegido por su
padre para ser el jefe de la saga, advierte que la alianza con Batista no será
eterna y que se desmoronará muy pronto.
Ese año viajé de Cali a Cartagena de indias. Mi madre
comenzaba una nueva vida al lado del capitán de la armada colombiana. Hasta
1998, en que mi padre murió en un accidente de tránsito, y aunque no cambié de
apellido, ellos vivieron una vida plena. Casi 30 años que dieron para mucho.
Italia y Cuba. En 1972, ya viviendo en Madrid, como
estudiante en la Escuela Naval, en un sitio de mucha presencia suramericana,
cerca de la Plaza Mayor llamado Puerta Oscura, unos amigos italianos, en el mes
de julio, pleno verano, nos presentan a unas chicas cubanas. Me acompaña un
familiar de la dueña de la pensión de estudiantes. Son gallegos, de Orense.
Comienza una historia de amor entre mi amigo el gallego y una de las chicas
cubanas. El gallego, de más de 1,85, ojos claros y pelo castaño, tiene pinta de
inglés. Y la cubana, de 1,75 es rubia, de ojos verdes. Tiene pinta de sueca.
Por cosas de trabajo, el gallego se va a bordo de un barco petrolero en el
golfo de Arabia. La cubana queda muy triste y soy su paño de lágrimas. La
cubana que me han presentado es muy dada a las copas y pendenciera. A la salida
de Puerta Oscura, protagoniza una pelea con otra chica española. Parece que por
un asunto de celos de una historia muy anterior a yo aparecer.
Mi cubana no vuelve al sitio de encuentro de todas las
noches. Así que al compás de música caribeña, estoy el resto de verano de
parejo de la cubana con pinta de sueca. Pero no hay historia de amor sino de
amistad. Ya estaba decidido a cambiarme a la escuela naval de Cadiz. Donde mi amigo
gallego me recomendó que fuera. El se había graduado en la escuela de marina
mercante, cercana a la escuela naval.
Viajo a Cádiz y luego a Madrid, donde me presentan una
hermosa española muy alta. Con ella, después de convencerla me voy y no tarda en
quedarse embarazada de mi primera Hija.
Me regreso a Madrid a recoger libros y ropa. Estaré en Cádiz
hasta terminar, el mismo año que muere Franco en 1975. En 1976 viajo en barco
de la flota mercante Grancolombiana, hasta Santa Marta. Ya mi hija, con un año,
había viajado a Colombia, junto a sus abuelos paternos.
Coexiones que trato ahora de establecer. Italia-Cuba. En 1963,
estando es Barranquilla, llega a la empresa Unial, un arquitecto naval cubano.
Cuando Fidel reestructura la industria cubana, pone al mando de los astilleros
cubanos a un hombre que ha hecho un largo curso de construcción naval en Italia. Entre Roma y los diferentes
Italcantieri de la península, las fuerzas antirrevolucionarias internas han logrado
que la familia de este cubano y él viajen a Méxo D.F. Estando allí es que
recibe una oferta de Unial para que preste sus servicios como dibujante naval.
Mi padre y el cubano pasan largas jornadas de sábados y
domingos repasando planes de trabajo y jugando ajedrez.
Tengo muchas cosas en mi memoria sobre Barranquilla todavía.
Las escribo por si mis achaques no me lo permitan hacer después.
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