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miércoles, julio 4

Eclipse total de sol...


En 1974, en pleno verano, las playas de Cádiz estaban llenas. Solo una calle separaba mi apartamento de la playa. Ese año  en enero había nacido mi hija. Así que era la familia que empezaba a andar por el mundo.
        
Hubo un eclipse parcial de sol y ese día nos sorprendió que el calor agobiante hubiera dado paso a un clima mucho más agradable al menos durante el eclipse.

Años después,  lo recordaba en Loboguerrero, un pueblo de carretera entre Cali y Buenaventura, al que había ido rápidamente porque las  negras nubes amenazaban con no dejarme ver el eclipse total de sol que se estaba produciendo. Puse mi Jeep al lado de la carretera y durante el eclipse total de sol noté lo que mi amigo Jairo, hoy tristemente fallecido, me había vaticinado: Las gallinas se dispondrían a subirse a sus palos de dormida.
                                 
Como todo romántico que se precie, llevé los cassettes de “Esperando por Custeau” de Jarré. Fui solo porque casi todo el mundo apostó por que las nubes se retirarían. Así pasó parcialmente y sí se pudo  ver el eclipse total en el puerto del  mar Pacífico colombiano. Yo no me fié y preferí salir a un sitio seguro sin nubes.

La bola negra que se formaba lentamente y la entrada de una fugaz noche, con un resplandor ocre en  el horizonte, han quedado atados a la música de Jarré en ese escenario que preparé.

En el medio, la muerte del dictador Franco, la jura del rey Juan Carlos y posteriormente la venida de ésa época llamada “la transición”. En 1978, ya estaba en Cali y nació mi hijo mayor. Un hermoso niño que hoy con 33 años, casado con María, alto y con pelo largo, con José como no uno de sus nombres, en el pueblo de mi nuera en la semana santa pasada querían crucificarlo, como hacen cada año en ése pueblo manchego del centro de España.   

Hoy, sentado frente a mi ventana, donde cada día veo un hermoso atardecer, o desde mi balcón, me veo en la necesidad imperiosa de contar a mis amigos de FaceBook que se puede siempre estar en conexión con tu propio cosmos interior. Si bien Nash, el de la mente maravillosa, después de ser sometido a choques de insulina, coma inducido, para detener su aguda esquizofrenia, dijo que esa conexión con el cosmos, la que le permitió desarrollar su impresionante edificio teórico, la teoría de juegos y manera de ver formas, colores, como un todo matemático.

Quizá no sea así esa conexión con el cosmos. Quizá  la que propongo es más poética que real. Pero es la única que puedo permitirme. En mi lejana Barranquilla, cuando leía sobre las asombrosas mentes renacentistas, la vida de Da Vince, Durero, El Pico de la Mirándola, soñaba con ser algún día así. Pero lo que Natura no da, Salamanca non lo presta.

Solo escribirlo. Porque las cuartillas del poeta se perdieron hace mucho tiempo. Y a esta hora, cuando solo miro el cielo con la apagada esperanza de que de él vengan nuestros hermanos mayores. Y que mis ojos puedan verlo antes de que la apagada no sea solo mi esperanza.

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